Acaba de morir Ben Bradlee, mítico director del Washington Post. Fue y seguirá siéndolo un referente del periodismo comprometido con el rigor informativo y la responsabilidad ante los lectores y su país. Con mentar la palabra Watergate queda todo dicho.
Hace veinte años, jubilado después de un cuarto de siglo al frente del periódico, escribió sus memorias, A Good Life: Newspapering and Other Adventures, editada aquí como La vida de un periodista. Más de quinientas páginas repletas de vivencias, datos, anécdotas; todo ello con el estilo propio de un reportero, directo y preciso. Hacia el final Bradlee hizo la reflexión siguiente sobre el periodismo, la aventura de su vida, el newspapering de que habla en su obra:
“A través de los años las críticas me han obligado a recapacitar sobre nuestra tarea… Los mejores periódicos siguen comprometidos en la búsqueda concienzuda de la verdad… Pero la mancha extendida por la prensa amarilla se ha ido expandiendo con ayuda de la televisión, transformándose en lo que podríamos llamar “periodismo de queroseno”; un periodismo en el que los periodistas echan queroseno en el primer sitio en que ven humo sin determinar qué lo produce y por qué. Las llamas resultantes no son periodismo, sólo incendio premeditado.”
La imagen, escrita en 1994, calza a la perfección con lo que aquí sigue sucediendo veinte años después, agravado por la existencia de los nuevos medios por los que las redes sociales se manifiestan en tiempo real. La tele-basura es anecdótica ya, lo que marca tenencia es ese sucedáneo que algunos llaman periodismo ciudadano o 2.0, el de los twits, whatsapps, youtube y demás medios de mensajería electrónica que cada cual porta con su móvil en el bolsillo, como los soldados de Napoleón llevaban en sus cartucheras el bastón de mariscal .
Está por ver lo que realmente generan estas nuevas formas de comunicación sin fronteras y frecuentemente amparadas por el anonimato. Cuando la información se sustenta en la irreflexión y la carencia de compromiso con la responsabilidad propia del profesional pocas razones caben para el optimismo. “Comment is free, but facts are sacred” como dejó esculpido Charles P. Scott, otro maestro del periodismo, en el británico The Guardian. Opiniones, todas; hechos, los que son.
No parece que la mayoría de los políticos hayan calibrado la trascendencia de este periodismo de queroseno, sobremanera los que están en el Gobierno. Cataluña, el ébola, el paro, las reformas todas, desde la de educación hasta la laboral o la fiscal, todo lo que se mueve es utilizado contra ellos. Convertidos en muñecos del pimpampum parecen aguardar un futuro mejor en la confianza en que siempre termina escampando y el sol volverá a salir.