Junqueras ya tiene lo que buscaba: a Mas convertido en muñeco roto pronto a ser tirado a la papelera, y la suspensión del proceso secesionista necesaria para llamar a la insumisión. Sólo resta su inmolación como mártir en cuanto la fiscalía del Estado la lleve ante la Justicia por los delitos que va acumulando. Un genio.
Lo de estos personajes es puro tercermundismo. Están haciendo de la catalana una sociedad ajena a los valores democráticos más elementales, asfixiando el pluralismo que hay en su seno y viviendo al margen de la ley. Si no fuera nuestra, si no la hubiésemos vivido, la imaginaríamos en cualquier lugar del mundo, menos en la cuenca del Mediterráneo; en cualquier tiempo pasado, menos en este de las globalizaciones; carente de las huellas que imprimen las culturas decantadas por siglos; sin genios ni ingenios dignos de recuerdo y respeto universal.
Ahora toca, frase asociada al caduco pujolismo, la algarabía, las banderas en la calle, mover los hilos del nuevo movimiento nacional, catalán, con que la Asamblea y el Omnium replican el papel que jugó aquel de Franco. “Mire, Garrigues, eso del Movimiento es muy sencillo; es la claque que me aplaude por donde voy”, dijo el caudillo al entonces embajador Antonio Garrigues cuando en el palacio donostiarra de Ayete se excusaba éste de no haber concluido el proyecto de ley orgánica solicitado, porque aquello del Movimiento no le encajaba en ningún sitio.
Eso es lo que toca: mover las calles y llevar hasta el extremo la ruptura de la convivencia. Pero no tanto entre las sociedades de aquella región y las del resto del país, sino la discordia dentro de la propia Cataluña. Tal vez sea lo que la mayoría necesite para plantar cara a los secuestradores de la realidad, de su progreso y libertades. Quizá la burguesía acolchada durante tantos años en el pujolismo tramposo necesite una pasada por la Esquerra Republicana y por los comunistas de Iniciativa y los anarcos, etc. para ser conscientes de a dónde les llevan.
Pueden dejarse comprar, como hasta ahora, o sólo alquilarse, allá ellos; pero llegará el momento en que la bolsa dejará de sonar; no habrá para repartir entre tantos, para llenar buses estelados con manifestantes callejeros y nudistas playeros, para seguir inventando la Historia, y mantener al hilo tantos periódicos, revistas y televisiones.
Los barrios altos comenzarán a temer, sentimiento éste del que se creyeron vacunados por la corrupción pujolista. Y cuando quieran reaccionar seguramente será demasiado tarde. Pero de momento, Junqueras ya tiene lo que deseaba.