Un histrión sin vergüenza, así se reveló ayer Jordi Pujol en su comparecencia ante la comisión de asuntos institucionales del parlamento catalán. Sin pudor alguno volvió a envolverse en la bandera catalana como hacía cada vez que los vientos de la justicia soplaban en su rededor. El patriota que sólo vivió para hacer país, para Cataluña, y que presumió de nunca haber cobrado más dineros que el sueldo de presidente, abroncó ayer a los diputados, ingratos, frívolos, mentirosos, del Parlament que él hizo posible y ayer le acosó.
Y por si no hubieran tenido suficiente castigo con los pases que dio con el pico de la senyera se cuadró para matar amenazando tronitronante con tirar de la manta. Textualmente:
“Escolti, i que sense adonarse, la gent…, que si vas segant, diguem, la branca d’un arbre al final cau tota la branca, tots els nius que hi han: «No, és que després caurà aquell d’allà! Aquell d’allà que… No, no…, és que després cauran tots!”
En síntesis que si vas segando la rama de un árbol al final cae, con todos los nidos que tenga. Pero es que después caerán todas las demás… Lo que se llama tirar de la manta.
La comparecencia del tenido por muy honorable, que ayer se definió como el hacedor de encuentros, el hombre que tendía puentes de entendimiento, además de no corrupto y patriota, rebasó la capacidad de cualquier novelador de la realidad. El cuento del papá que no se fiaba de que su hijo no acabara dilapidando su patrimonio, razón por la que lo puso a nombre de su nuera y nietos, resultaba enternecedor si no fuera ridículo.
Como el prestidigitador de naipes marcados en un tenderete de las Ramblas, sacaba y metía trocitos de cartas y últimas voluntades manuscritas por aquel Pujol I que hizo tanto dinero cambalacheando dólares y pesetas en los tiempos de la autarquía franquista, a costa de la bolsa y el algodón, sonaba a cuento de las mil y una noches. Y así hizo la fortunita del legado, ciento cuarenta millones de pesetas de aquellos años. De lo que luego pudo haber pasado, de la habilidad de sus vástagos para multiplicarlo como el Maestro hizo con media docena de panes y peces en Galilea, ni palabra.
Y es que el personaje utilizó el Parlament y a sus diputados como burladero de los tribunales y fiscales a los que pronto habrá de enfrentarse. Por ello hizo oídos sordos a las preguntas que los grupos le dirigieron para saber más. Y el colmo del sarcasmo fue el cierre del portavoz del partido que fundó, un tal Turrull, que no tuvo empacho en agradecer su presencia porque después de ella, dijo, todos sabemos más.
Pujol ayer hizo teatro en su Parlament. Insultó a los representantes de la sociedad catalana, a los actuales, y a los anteriores, en los que se escudó para defenderse: «Si todo hubiera sido tan corrupto, tan terrible y esos gobiernos tan incapaces, no se hubiera aguantado, y eso condenaría a toda la política catalana«. Y despreció la verdad, ocultándola cuando no mintiendo.
En fin, fue una triste jornada de la democracia española. Y hoy, Mas.