Resulta insólito el empeño verbal de los mandamases socialistas en reformar la Constitución para nada. Ayer decía con singular énfasis Susana Díaz que hay que cambiar la Carta Magna para “garantizar la pluralidad de los diferentes pueblos de España” –lo que suena bien-, “pero manteniendo siempre la igualdad entre todos los ciudadanos del Estado” –que también, aunque eso es precisamente lo que no quieren los separatistas-.
Quizá se trate de hacer como que hacen, pero tal ejercicio resulta tan estéril como frustrante puede llegar a ser para las cándidas almas que en ellos confían. Es lo que sucede cuando se engaña al personal con falsos abalorios.
Como si estuviera descubriendo el Mediterráneo, la valedora de Sánchez aseguró que “la amenaza del independentismo en Cataluña podría solucionarse convenciendo a los soberanistas de que juntos España y Cataluña son más fuertes”.
“¡La gallina!”, pudo haber exclamado cualquiera de los asistentes al mitin con que la andaluza celebraba su primer año al frente de la Junta aún trufada de irredentos sospechosos de corrupción. Si esa es la solución, podría preguntarse el alma cándida, ¿por qué no lo hace Rajoy, en vez de decir a todo que no? Y ella misma les dio respuesta: porque lo que necesitamos es “gente que tienda puentes, no que descosan más este país. Este país necesita diálogo y seguir estando juntos”.
Nadie exclamó “¡Eso, como tú!”, que es lo que a la oradora le hubiera gustado oír, pero ahí quedó su aportación a la solución del problema catalán: puentes, diálogo, hablar. La verdad es que novedad, lo que se dice novedad, no aportó ninguna, pero así continuó dándole aire al mantra de la reforma federal.
Y hablando por hablar hace como que se olvida de que, además del catalán, Andalucía sigue teniendo los mismos problemas al cabo de treinta años de gobiernos socialistas. Hoy es la primera región europea por índice de paro, 34,7% –sesenta y dos en menores de 25 años-, y la penúltima comunidad española por PIB per cápita, 16.600 euros.
Pero pasar, lo que se dice pasar, sigue sin pasar nada. Hablando de España, hace sesenta años Quintero, León y Quiroga lanzaban aquella “Carmen con bata de cola pero cristiana y decente” que hicieron suya Juana Reina, Rocío Jurado, Carmen Sevilla y tantas otras a las que ayer quiso sumarse la presidenta parafraseando el verso para quedarse en “roja y decente”.
Eso sí, los índices de corrupción de Andalucía sólo tienen paragón con Cataluña.