Mientras buena parte del país sigue mirando el dedo que señala la luna, otros ya han estudiado la luna por delante y por detrás y están dedicados a administrar lo que les ha sido confiado. Es decir, hacen política real.
Ayer contaba en Madrid el presidente de la comunidad cántabra que en su equipo de gobierno tiene una Comisión de Cuestionamiento del Gasto, órgano colegiado encargado de revisar los porqués de eso, de los gastos en que incurren los servicios públicos de Cantabria.
Este hecho, relevante donde los haya, no atrajo atención especial entre quienes participaron en el coloquio organizado por la agencia Europa Press. Como es fácil de suponer, las preguntas se dirigieron hacia la cuestión catalana, el resultado de las elecciones europeas y demás asuntos propios de la política especulativa que alimentan los medios, redes sociales y la mayor parte de los políticos en presencia.
¿Se imaginan una Administración capaz de contratar medios y servicios de forma centralizada; las economías de escala que podría alcanzar, los saldos a favor del contribuyente que se traducirían en rebajas de impuestos? Ignacio Diego lo está haciendo en Cantabria. Lo mismo podría estar impulsando Mas en Cataluña o Díaz en Andalucía, pero no. Hacer el indio o mirar para otro lado cuando las alcantarillas hieden, es más fácil que ponerse a romper las inercias y corrupciones que lastran los presupuestos y esquilman al contribuyente.
Y si las consecuencias en una comunidad son relevantes, imagínense lo que podría llegar a significar elevando a escala nacional el cuestionamiento del gasto. Claro que eso significaría mentar la bicha de la recentralización, horrenda palabra para tantos aforados periféricos.
Sin embargo, cuánto mejor nos iría a todos. Porque montajes como el llamado “diplocat”, por ejemplo, saltarían por los aires para beneficio de los bolsillos de honrados catalanes y, a la postre, del conjunto de los españoles que acudimos solidarios a satisfacer las deudas originadas por estúpidos dispendios.
Hasta uno de los candidatos a gobernar el PSOE metió la pata hace un par de días intentando captar apoyos de militantes nacionalistas: resulta que es partidario del derecho a decidir, dentro de la legalidad. Entran ganas de exiliarse o poco menos cuando se oyen ideas tan peregrinas en boca de alguien que puede llegar a dirigir uno de los dos únicos partidos de gobierno que tiene este país. Algo así como aquella confesión de Woody Allen saliendo del MET en Manhattan: “No puedo escuchar tanto a Wagner; me entran ganas de invadir Polonia”.