El pulso que en el seno del partido socialista echan Susana Díaz y Eduardo Madina, naturalmente a través de intermediarios, revela cómo siguen latentes el temor de unos y la esperanza de otros ante el regreso del zapaterismo, aquella especie de aire fresco, así lo pareció entonces incluso a Rubalcaba, que tantas pulmonías causó al cuerpo de la nación.
A sus muchas carencias, el expresidente sumaba una difícil de superar: nunca tuvo la responsabilidad de una administración; de administrar cualquier cosa, desde un estanco hasta una concejalía, y no digamos toda una región autónoma. Virgen de responsabilidades más allá de las orgánicas del partido, y sin saber lo que vale un peine, comenzó a manejar los resortes del Estado como quien juega al Scrabble, buscando el sentido de palabras como Nación, que nunca encontró; o gastándose créditos del Monopoly comprando rotondas y arreglando aceras mientras las construcciones se le desmoronaban.
Hoy pintan bastos; recaer en aquel error podría costar más que la crisis que estamos comenzando a salvar. De cómo cierre la suya el PSOE depende en gran medida el futuro del país. Es decir, la renovación de las estructuras políticas del Estado.
Naturalmente el problema no es nominal, ni de género tampoco. Entre Susana Díaz y Eduardo Madina hay demasiadas similitudes. Ambos son productos del aparato partidario. Ingresaron en las juventudes al comenzar la Universidad, y desde ahí pian piano, ella ha llegado a la presidencia de la Junta andaluza y él a la secretaría general del grupo parlamentario; en ambos casos tras las respectivas renuncias de sus predecesores, Griñán y Jáuregui.
Pero si fuera cierto aquello de que algo tiene el agua cuando la bendicen, convendría no echar en saco roto las discretas maniobras que a favor de la presidenta andaluza han desplegado gentes con cierta autoridad en el partido, comenzando por González, su refundador y trece años presidente del Gobierno, y terminando por su actual responsable Rubalcaba.
Sobre el saco de votos con que la delegación andaluza se presenta en los congresos socialistas, su actual presidenta aporta el sentido común con que se ha producido durante su mandato al frente de la Junta. Su laguna más visible, el saneamiento de la corrupción, la equipara al resto de responsables políticos, de aquí y de allá, aparentemente sordos ante el estruendo producido por los casos de sus propias casas. Ojalá aproveche el tiempo que tiene por delante en la secretaría general del PSOE para servir de ejemplo sobre cómo comenzar la regeneración de la vida pública.
En cualquier caso, su valor está más contrastado que el de Madina o Chacón, ésta colocada al pairo de los vientos de fronda que remecen al partido, en espera de unas primarias que no se celebrarán a su gusto durante demasiado tiempo. Los experimentos, con gaseosa, como dijo Eugenio D’Ors al joven e inexperto camarero que le arruinó una botella de champagne.
No estamos para arbitristas ni aires de renovación de no se sabe qué. La sociedad y el Estado tienen demasiadas cuestiones pendientes durante todo el año como para andar haciendo catas ciegas.