Tiene razón Arias Cañete cuando dice que los países tienen que hacer sus propios deberes. “No creo en la receta socialista de que la UE tiene que arreglar los problemas de España”, dijo el candidato popular, y dijo con razón.
Los países, y las personas también cabría añadir. Porque confiar en que alguien vendrá que me ayudará suele salir carísimo; o el otro nunca llega, o la asistencia tardía al problema acaba costando un pico. Es lo que nos pasó con la crisis nacida e ignorada en el 2008; aún estamos pagándola.
En el fondo los problemas de un país suelen comenzar por el mal hacer de sus ciudadanos. Lo del Estado Providencia pasó a la historia; a lo más que llegamos, y con mucho esfuerzo, es al llamado Estado de Bienestar. No deja de tener gracia que la expresión, traducida literalmente del inglés, Welfare State, fuera acuñada por un arzobispo británico en 1945, como para pasar página y olvidar el recién concluido warfare state, el estado de guerra que sufrieron un largo lustro.
El Estado Social de Derecho, que más precisamente es lo que tenemos, además de garantizar valores como la libertad, la justicia y la igualdad de todos ante la Ley, reclama el cumplimiento de deberes, como el sostenimiento del coste de los derechos que también garantiza, caso de la sanidad, la educación o la seguridad, entre otros. Pero tan poco se habla de los deberes que acaba pasando lo que pasa. La falta de decencia en el manejo de los recursos públicos, el fraude fiscal –¿la factura con o sin iva?-, vivir de lo que no se tiene, etc. acaban con todo.
En España, la campaña socialista no se mete en tantos berenjenales. Dicen, sí, que piden votos para que sumados a los de Hollande y demás, puedan gobernar la UE y así arreglar nuestra casa. Pero resulta que, además del paro del que obviamente hablan todos, para nuestros socialistas parece que el gran problema sea la reforma del aborto, porque de ahí no sale su protagonista. De ahí y de negar evidencias como la mejoría que van registrando las cosas del comer.
Es lo que sucede cuando no se hacen los deberes, se espera a que la solución llueva del cielo y, claro, todo acaba en nada.