La soberanía nacional de Venezuela reside en las gónadas de Nicolás Maduro. O de Diosdado Cabello, que no se sabe en quién la dictadura castrista tiene puestas más complacencias. El voto de los venezolanos que llevaron a María Corina Machado a la Asamblea Nacional no cuenta. Fue la diputada más votada en las elecciones, poco importa; el presidente de aquella especie de parlamento, el capitán Cabello, ha declarado anuladas las voluntades de un cuarto de millón de ciudadanos, y el Tribunal Supremo acaba de ratificar el atropello.
En la presidencia de la República Bolivariana un camionero que habla con los pajaritos; en la del parlamento, un militar, y en la corte de Justicia, Gladys María Gutiérrez, militante del MVR que llevó a Chávez al poder, convertido enseguida en el partido socialista unificado.
De tales mimbres está hecho el cesto que suplanta a las urnas donde los venezolanos depositaron su voluntad. Gutiérrez, ya anunció este fin de semana que el desafuero de Cabello sería validado por el tribunal cuyas decisiones, aclaró, “dependen solamente del bien común«. Para qué perder tiempo con leyes, principios de la Justicia y demás garantías procesales cuando el bien común, de los tres mandamases claro, exige silenciar a la oposición…
Es lo que en la última campaña electoral aquel líder que ahora habla desde el más allá a su sucesor pedía “para continuar teniendo una Asamblea Nacional revolucionaria roja rojita (…) ¡Fuera los escuálidos de la Asamblea! (…) Vamos a volver polvo a los escuálidos, les vamos a enseñar de nuevo la fuerza de la revolución bolivariana«. Así hablaba Chávez el 22 de septiembre de 2010. Ganó las elecciones por menos del 1% y no tuvo la mayoría que necesitaba. Por cierto, entre los perdedores estaba la actual presidenta del Tribunal Supremo, entonces gobernadora del Estado de Nueva Esparta después de haber sido embajadora en Madrid; todo un paradigma de independencia.
Ayer Machado hablaba precisamente de los poderes públicos confabulados. “Este día es decisivo para mí, porque las decisiones que hoy tomo van a marcarme por el resto de mis años«, dijo emocionada sobre una tarima en la plaza Brión de Chacaíto, antes de dirigirse a la Asamblea Nacional para ocupar su curul porque «el honor más grande de un ciudadano, ser representante del pueblo«.
Apenas pudo terminar. La Policía Nacional Bolivariana, que así se llama el brazo armado del único poder, arrojó gases lacrimógenos contra quienes escuchaban. Pudo zafarse de las agresiones. Tomó una moto para llegar a la Asamblea. Mas fuerzas del poder le impidieron el paso. Hace un año diputados chavistas le rompieron la cara dentro de la propia Asamblea… ¿Algo más?
Y el mundo civilizado, a verlas venir.