El ministro cubano de Exteriores acoge con satisfacción la propuesta que hace un mes le hizo la sra. Ashton para iniciar conversaciones con la Unión Europea. Las autoridades castristas se felicitan por el hecho de que la UE haya emitido señales para renunciar a la “posición común” que adoptó en 2006 a instancias, entre otros, del gobierno español de Aznar.
En Washington un portavoz del Departamento de Estado apuntó que esperan que los derechos humanos y libertades fundamentales formen parte de esas negociaciones, dadas las carencias que siguen brillando en la isla. Y el canciller cubano Rodríguez dice que, por supuesto, las negociaciones incluirán un diálogo político y de cooperación.
Desde que el 5 de febrero los 28 ministros de la UE acordaron trasladar a Cuba su disposición negociadora las autoridades comunistas han tenido tiempo para analizar todos los escenarios posibles que en el corto y medio plazo se abren con este principio del final del aislamiento. Y, sobre todo, llegar a la conclusión que están ante una oferta que no pueden rechazar, que diría don Vito Corleone.
Nadie espera hoy que las conversaciones sean ni rápidas ni concluyentes. Los calendarios de reforma pueden estirarse en función de muchos factores –los cubanos hablan ya de un par de años- pero en cualquier caso los Estados Unidos de Obama habrían de seguir la misma ruta y levantar la cuarentena que hace medio siglo acabó imponiendo Kennedy tras la crisis de los misiles, después del embargo parcial decretado tres años antes por Eisenhower.
El actual inquilino de la Casa Blanca aspirará a salir de ella cerrando esta página última de la guerra fría, y así hacer honor al Nobel de la Paz que le concedieron los suecos antes de disponer de oportunidad alguna para merecerlo.
Levantados aislamientos y cuarentenas, y al margen de que pueda o no producirse un cambio drástico de régimen, Cuba quedaría libre de su actual dependencia de Venezuela; o por mejor decir, de la interdependencia con el régimen chavista que ella misma armó y sigue sosteniendo. Y es que como dijo un viceministro cubano “seríamos tontos para caer en la misma dependencia económica que tuvimos con los Estados Unidos y la Unión Soviética”.
Pero siguen haciéndolo, porque entre petróleo y el pago por los treinta mil profesionales destacados en Venezuela, la isla sobrevive gracias a los 20.000 millones anuales que recibe del régimen chavista. ¿Hasta cuándo?
Desprenderse de esa dependencia es vital para Cuba. Venezuela, que no tiene con qué cubrir las necesidades perentorias de sus propios ciudadanos, no pueda seguir manteniendo al régimen castrista por mucho tiempo. Y Maduro, sin la inteligencia cubana, difícilmente podrá encontrar salida a la situación, ni seguir cargando sobre sus espaldas muchas más víctimas de una población que reclama en masa su derecho a comer, y a vivir libre y pacíficamente.
Mire usted por dónde, el paso dado por la UE puede cambiar la situación de América Latina, porque sin la partitura cubana y la orquestación de Venezuela, proyectos como la Alianza Bolivariana acabarán por apagarse como candil sin aceite. O petróleo.