El 23,2% de los españoles, último sondeo del CIS, dice que su situación económica personal es buena o muy buena; mala o muy mala, un 28,3%, y regular, el 48,1%. Un 17% confía en que el año próximo será mejor, frente al 14,4% que piensa que le irá peor.
Pero su opinión sobre la situación económica general, la que vive el país, es bien diferente. Sólo un 0,7% dice que es buena o muy buena, frente al 86,9% que la considera mala o muy mala. Regular la encuentra el 12,1%. Y sobre qué pueda pasar el próximo año, el 19,5% lo ve mejor, frente a un 28,6% pesimista.
Resulta curioso cómo a la hora de emitir una opinión las circunstancias externas pueden llegar a condicionar las propias vivencias. Un 23%, casi la cuarta parte de la población manifiesta que su situación personal es satisfactoria, pero prácticamente toda la población, el 99%, piensa que el conjunto del país está mal o muy mal.
El por qué los satisfechos parecen ignorar su propia situación a la hora de emitir un juicio sobre la generalidad es cuestión que tiene mucho que ver con las diferencias que en demasiadas ocasiones se producen entre encuestas y resultados electorales. Tal vez el temor a sentirse extraños, aislados, provoque una tendencia a sumergirse en lo que se supone que piensa o siente la mayoría, en la llamada opinión pública.
En la formación de esa opinión juegan su papel discursos como el del jefe de filas socialista en el reciente debate sobre la situación del país, abundado por el resto de las minorías; para eso precisamente se hacen, sobre todo a dos meses de una consulta electoral. Luego la realidad confirmará o desmentirá tan negros augurios; la opinión pública, siempre lábil, se deslizará hacia una u otra dirección. Y el contraste con la realidad hará perder o ganar crédito a los agentes políticos. De hecho no parecen acumularlo en exceso cuando en la encuesta -hecha antes del debate- los pesimistas son minoritarios, no ven tan negro el futuro, ni el personal ni el general tampoco.
Los medios siempre jugaron un papel relevante en la formación de esos espejismos que la realidad no siempre sustenta. Hoy su dinámica ha sido sobrepasada por la tupida red que acaba conformando nuestras actuales sociedades de la información. Las redes sociales amplifican fenómenos cuyo alcance no traspasaría en otros tiempos los confines de sus propios protagonistas.
El sumatorio de todo ello, agentes políticos, medios informativos, redes sociales, perfilan estados de opinión que los sondeos miden y tratan de definir pero de ahí a que sus resultados reflejen realmente la opinión del público puede haber una larga distancia.