¿Qué decir de los funcionarios que juegan como políticos en el ruedo ibérico? En eso no consiste la función pública; no llega ni a semipública. Por ejemplo ese sindicato de técnicos fiscales que suele apresurarse a pontificar sobre cualquier asunto, ayer lo hizo para descalificar la reforma fiscal que Rajoy anunció en el debate sobre la Nación, como hace unos días criticaba al Barça por haber pagado 13,5 millones a Hacienda para eludir, alegaban, responsabilidades penales en el asunto Neymar. Da la impresión que ni este gobierno ni el equipo catalán son del gusto de los técnicos fiscales sindicados.
Malo. La función pública no puede tener más color que el del Estado; el de las leyes que organizan la convivencia. Personalmente sus miembros tienen reconocidos cuantos derechos asisten a los españoles, incluido el de sindicación. Pero en éste con una limitación: los llamados sindicatos de clase. Lo dice la Ley hecha en 2007 bajo un gobierno socialista. Lógico si de lo que se trata es de salvaguardar los intereses generales en el ejercicio de los administradores públicos, sean jueces, policías, inspectores fiscales o abogados del Estado.
Viéndose lo que se ve, la realidad tiene algo de sarcasmo. Funcionarios de la administración de Justicia tomando decisiones sobre asuntos que no son de su competencia, o para los que no tiene la necesaria competencia, que aunque lo parezca no son la misma cosa. Encargados del orden público manifestándose tras la pancarta que avisa “somos la policía del pueblo, no de los políticos”…
Y qué pensar de la solvencia de esos técnicos fiscales que jugando a servicio de estudios dictaminaron recientemente que la economía sumergida supone el 24,6% del producto nacional, dato interesante para tomar las oportunas medidas, cosa en la que a ellos incumbe más que nadie. Pero ¡ay! cuando el sindicato que denuncia que el fraude fiscal se produce en las grandes empresas y fortunas, y a continuación afirma que en Madrid la economía sumergida es muy inferior por “la elevada concentración de grandes fortunas y de grandes empresas nacionales y extranjeras” ¿con qué nos quedamos, los ricos y grandes empresas son los malos o, por el contrario, admirables cumplidores de sus obligaciones fiscales?
La mayoría de los servidores públicos no está ahí; cumple sus funciones como pueden o quieren, con más o menos medios, mayor o menor formación, mejores o peores sistemas de carrera y retribuciones. Pero basta el movimiento de una minoría para provocar algo parecido al efecto mariposa, aquello de que el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede provocar una tormenta sobre Nueva York.
Que pequeños cambios puedan producir en sistemas complejos grandes variaciones es uno de los principios clave de la teoría del caos. Y en eso estamos. Pocas cosas más caóticas -literalmente desordenadas o confusas- que las organizaciones sociales contemporáneas, como la nuestra. De ahí la responsabilidad de quienes tienen asumida la responsabilidad de su normal funcionamiento y desarrollo.
Y ello rige para todos, funcionarios de carrera y eventuales también, como lo son los políticos en puestos de gobierno, desde Rajoy hasta Mas.