Sería extraño de no ser previsible. En la entrevista ayer emitida por Antena 3 Rajoy habló a la nación de forma clara y más contundente de lo que en él es habitual. Sin embargo para algún medio se mostró evasivo y habló en forma genérica; tal vez hubo dos entrevistas simultáneas y me perdí una de ellas.
O no; en todo caso es una simpleza pretender que el responsable del poder ejecutivo desvele su estrategia para desarmar la escalada hacia la secesión del irresponsable de la región catalana. Y pedirle que concrete cómo enfrentar el final de la organización terrorista vasca es poco menos que una estupidez cuando los etarras están librando una batalla interna, quizá la última, algo que está por ver.
Rajoy pudo haber informado con mayor precisión sobre la rebaja de impuestos que dijo estar preparando pero, como los dos casos anteriores, se trata de acciones sobre terrenos a su vez movedizos, y un mal cálculo de su alcance y momento oportuno podría hacerlas fracasar. Supone Rajoy que el crecimiento en ciernes dará cierta holgura al cumplimiento de los presupuestos del año en curso, apreciación que no deja de ser una conjetura optimista, tan optimista como probable quizás, pero falta de la concreción necesaria como para construir sobre ella un nuevo esquema fiscal. Los buenos pronósticos del FMI, que ayer triplicaba la exigua tasa de crecimiento que hace pocos meses había pronosticado para España, no dejan de ser eso, pronósticos.
Ciertamente el personaje no es ningún paradigma de inteligencia emocional, y eso cursa en su contra. En terrenos diversos. Dentro de sus propios veneros de votos hay quienes no entienden que asesinos hasta ahora a buen recaudo hayan sido excarcelados cuando apenas han cicatrizado las heridas que produjeron. La explicación a posteriori no evita la pérdida de sintonía producida con las asociaciones de víctimas, por ejemplo. Y no se debe hurtar a éstas la necesaria reflexión sobre la independencia de un gobierno democrático, éste o cualquier otro, a la hora de articular una política anti terrorista; parafraseando a Pascal, la razón tiene razones que la pasión no comprende.
Y lo mismo cabe alegar en la cuestión catalana. “¿Se puede tener un plan para Cataluña sin tener en cuenta al 70% de la población catalana? Esto es de despotismo ilustrado”, dijo ayer Mas aludiendo a las declaraciones de Rajoy. Claro que se puede tener un plan en esas condiciones pero ¿quién ha dicho que ese 70% no quede reducido a una minoría explicando suficientemente la realidad tal cual es Comenzando por la histórica, siguiendo por la cultural, la científica, la económica, la social… Nunca será demasiado tarde para desmontar las farsas que dan vida al Circo de los Pujol que hoy regenta Junqueras.
Ese es el reto político; lo otro, la Ley, va de suyo. Naturalmente que la soberanía no es divisible, pero mejor entrará la Ley cuanto más residentes en Cataluña se levanten contra los que se arrogan la voluntad de todo un pueblo. Eso ya no es despotismo ilustrado, sino algo anterior: absolutismo. Por no mentar a las dictaduras.