El PNV sigue los pasos de convergencia y se pone tras la bandera de los radicales. Han tardado, pero llegó. El alboroto de los de Mas y Junqueras será así mayor si la panda vasca desempolva aquel plan Ibarreche y se suma a reclamar otro derecho a decidir. Y al país que le den morcilla.
Resulta asombroso este paso dado por los peneuvistas. Dice uno de sus portavoces que lo hacen para consolidar la paz. Como si no hubieran vivido en paz durante los dos o tres últimos años. Además, ¿de qué paz hablan; es que hubo una guerra; será que llaman guerra al terrorismo?
Que la burguesía vasca nutriente de las filas del PNV no tome nota de la corrida en pelo que están propiciando los radicales catalanes a sus colegas convergentes demuestra la incapacidad política de las derechas de este país; de casi todos. Las escuelas de verano en que sus alevines se foguean deberían ofrecerles clases de dialéctica y mecánica, disciplinas ambas que enseñan cuestiones tan elementales como que toda acción provoca una reacción, o que los aludes van engordando pendiente abajo hasta arrasar con lo que se ponga por delante. Y en los recreos, proyectarles aquel episodio del aprendiz de brujo que Walt Disney incluyó en “Fantasía”.
Como no era de extrañar, los peneuvistas tuvieron que salir corriendo al término de la manifestación. Quizá no haya sido suficiente lección; es lo que tiene cuando la boina o la barretina, que tanto monta, no dejan ver más allá de las propias narices.