Es como una mala historia de ciencia ficción; leyendo lo que Zapatero dice y escribe uno constata que, efectivamente, ha sido el peor presidente que este país haya podido tener. Él alberga dudas, naturalmente: “Me han preguntado varias veces ‘¿Usted se considera el peor presidente?’ Bueno no, esto es muy opinable”, dice de sí mismo en reciente entrevista.
Opinable es el gran comodín que el personaje saca de la manga cuando no sabe qué decir; como cuando se lanzó a pronunciar la palabra crisis a finales de junio de 2008 –“Es opinable que haya crisis en España, depende de lo que entendamos por crisis”, dijo enfáticamente-. Y es que, como declaró poco después en su primera intervención como Presidente ante el pleno del Senado, “desde que tengo uso de razón me han asustado las afirmaciones categóricas, indubitadas y que rezuman fundamentalismo”.
Ya lo saben, las afirmaciones categóricas, como llamar al pan, pan, o crisis a la crisis, rezuma fundamentalismo. Como ejecutivo no tiene precio este buen señor que estuvo al frente del Gobierno del Reino de España nada menos que ocho años.
Cerró su primer mandato diciendo que su gobierno había situado a “España en la Champions League de las economías del mundo”, y se presentó a la reelección con el slogan “Por el pleno empleo. Motivos para creer”. Sólo un par de meses después de estrenar su segunda etapa salta por los aires Martinsa, el mayor concurso de acreedores en la historia española, la inflación se desboca y 400.000 trabajadores van al paro, a los que siguieron 700.000 en el primer trimestre del 2009. Pero aún hará falta otro año más para que el jefe del Ejecutivo reconozca que el país afronta una crisis de tomo y lomo.
No lo dijo antes porque habría supuesto un aumento de cien puntos en la prima de riesgo, se excusa ahora; no cien, sino trescientos llegó a subir cuando el mundo se enteró de las dimensiones del hoyo que dejó después de tratar de taponarlo sembrando de aceras y rotondas los pueblos de media España, reglando cheques bebé y llamando antipatriotas a quienes alertaban sobre la crisis.
Y esto último, expedir credenciales de patriotismo, echa por tierra cualquier excusa de quien dice que le asustan las afirmaciones categóricas. A no ser, claro está, que para él la patria fuera un concepto discutible, opinable, en cuyo caso la imputación de anti patriotismo carecería de mayor relevancia.
País singular el nuestro, capaz de superar tanto y a tantos…