En determinadas circunstancias lo de fumarse un puro a la espera de ver si escampa puede llegar a ser virtud política, coñas aparte. Ahí está Rajoy dándole tiempo al tiempo para exasperación de propios y extraños, y regocijo de Peridis que si no, cómo le iba a dibujar. ¿Se imaginan un presidente entrando en cada rifirrafe? Porque no hay semana sin salidas de pata de banco ni nuevas corrupciones volando a lo ancho del espectro nacional. Incluso bullas callejeras de vez en cuando; pero lo más tedioso, la monserga nacionalista en que acaban cayendo personajes presuntamente tan serios como el consejero catalán de Economía.
“Si la línea extrema acaba prevaleciendo, tengan por seguro que si no en esta generación en la siguiente, Cataluña tendrá estado propio”. Así, pelín amenazante y con desplante torero concluyó ayer Mas-Colell su intervención en uno de tantos círculos madrileños.
Ninguna sorpresa a lo largo del speech en que, con buenos modos, trasladó su opinión sobre los tres problemas que enfrentan a Cataluña y España (sic): el de identidad, el de autogobierno y el fiscal. Estamos hechos a lo de equiparar Cataluña y España, también a ver la historia tergiversada, pero falsear para la causa secesionista la realidad de una autoridad de la historiografía universal, española y catalana como Jaume Vicens Vives es demasiado.
“Cataluña tiene, en palabras de Vicens Vives, voluntad de ser”, sentenció el consejero catalán y se quedó tan ancho, como si tener voluntad de ser significara ser… ¿qué? –En la mente del historiador, cualquier cosa menos independiente.
Lo grave es que seguramente Mas-Colell habrá leído más de una obra de Vicens, autor de culto en los años en que ambos estudiábamos Económicas en la Universidad de Barcelona; el único historiador español que escribe como los europeos, como lo describió Raymond Carr; la autoridad académica que tanto tiempo dedicó a contrastar la historia romántica catalanista con la simple realidad histórica.
A demostrar, por ejemplo, que la casa real de los Trastámara lejos de significar la decadencia del principado liberó a los campesinos de remença de los mals usatges de la nobleza. O que la unión con Castilla permitió al reino de Aragón mantener su imperio marítimo en el Mediterráneo del que tanto se nutrió Cataluña.
Y sobre cuestiones más sensibles para los secesionistas actuales, frente al mito romántico del 11 de Setiembre de 1714 según el cual el Decreto de Nueva Planta mató el ser de la nación catalana, Vicens sostiene que lo que realmente hizo fue “desescombrarla” de privilegios y brindarle las mismas posibilidades que a Castilla. Y, por cierto, que no prohibió el catalán sino que en la administración de justicia y militar, las instancias reales, el latín fue sustituido por el castellano, lengua común del Reino.
Y aún más cerca. Tengo a mi lado el segundo tomo de su Historia General Moderna, en cuya página 546 leo cómo desmonta con una sola palabra el golpe independentista que Companys dio contra la II República al proclamar el Estat Catalá: “Despreciando el normal juego parlamentario, los socialistas se levantaron en armas el 6 de octubre de 1934 ante el anuncio de la formación de un gobierno en el que figuraban elementos significativamente derechistas. Esta acción fue apoyada de modo incomprensible por el gobierno autónomo de Cataluña. Sofocada con facilidad la sublevación en Barcelona… “.
¿Más? En fin, además de pelmas, falsarios.