Hay que ser mentecato para haber brindado a los etarras el slogan de campaña: Guantánamo. Y que su autor sea el fiscal general, tiene delito. Es la imagen que necesitaban los batasunos para ir de víctimas por el recorte judicial a las listas que el propio fiscal y Gobierno les han permitido colar en las municipales.
Imagen útil a dos bandas: su propia clientela y el resto de españoles. Moviliza a aquéllos a votar donde pueden hacerlo -precisamente donde al señor presidente del Gobierno le interesa, para erosionar al PNV-. Y, simultáneamente, trata de hacernos ver a los demás lo duro que el Gobierno es con ellos, que la represión continúa… en fin da cobertura a los embustes gubernamentales.
Es el abc de este tipo de procesos negociadores, en los que las partes nunca confesarán lo que están haciendo. Una, Rodríguez Zapatero en este caso, porque tiene jurado que no lo hará mientras las ranas no críen pelo; los batasunos, segunda parte, pueden así mantener cogida la sartén por el mango. Ellos no precisan de excusas.
El acuerdo básico se centra por ahora en la aceptación de la presencia de terroristas en las elecciones, y su la renuncia al atentado mayor. A partir de ahí, el Gobierno se reserva un margen para juzgar sobre la discreción de las listas, con el fin de salvar la cara; y los de enfrente, el derecho e incluso el deber de protestar, cosa que a los socialistas incluso les viene de perlas. Esto es lo sustancial de lo que está ocurriendo por debajo de la mesa. Nadie apoderó a este Gobierno para emprender tamaña empresa y, sin embargo, en ello ha empeñado la confianza que supo captar a raíz del 11 de marzo de hace tres años.
Los problemas acaban surgiendo cuando se pierden en el laberinto de mentiras, este es un juego de envite, cuajado de plantes y desplantes, en el cual una de las partes, la que nada tiene que perder y todo por ganar, es nada menos que una banda terrorista; o sea, capaz de cualquier cosa para alcanzar sus objetivos.
Capaz incluso de sacudir la mesa y denunciar, vísperas electorales, que ha venido reuniéndose con socialistas veinticinco veces en los últimos seis o siete años. Es decir, estando estos en la oposición y siendo ya Gobierno; antes del Pacto, durante el Pacto, y después del Pacto Contra el Terrorismo y por las Libertades.
Con esta clase de sujetos se están jugando nuestros cuartos el señor presidente y sus socios regionales. ¿Qué necesitarán estos aliados de conveniencia para dejar de ser los cómplices necesarios de este inaudito proceder? ¿Y a qué esperan los electores de ambos para mandarles a paseo?
Qué tremendo resuena hoy aquello de que “ETA nunca miente”. Lo afirmó el ministro de Interior, y el señor Pérez Rubalcaba es una autoridad en la materia.