Hace un par de meses auguré que Navarra dejaría de ser Navarra. La incógnita es cuánto tiempo pueda resistir el señor presidente del Gobierno a pagar la prenda debida a ETA. Porque los terroristas, en general, no acostumbran a dejar de matar a cambio de nada. Y no digamos cuando tienen en sus manos la posibilidad de arruinar unas elecciones. La tenían antes del día 27 del pasado mes; de haber roto la tregua falaz el último día de la campaña, cuántos votos no habrían cambiado de destino durante la jornada de reflexión sin necesidad de hacer volar por los aires tren alguno… Y no lo hicieron. Soltaron su nuevo parte de guerra cuando menos daño podían hacer a quien les ha estado contemplando desde antes de entrar en La Moncloa… y aún sigue haciéndolo, por estupendo que se ponga al frente de la manifestación que ahora corresponde.
Ya pueden argumentar los señores Blanco, López y otros que el fin de la tregua es la prueba del nueve de que no ha habido concesiones a los terroristas, mientras callan la respuesta a cuestión tan directa como por qué les dejaron meter manos y pies en las instituciones locales de Navarra y el País Vasco. Ya pueden mentir asegurando que no mantuvieron conversaciones hasta un par de semanas antes de la ruptura del sueño pacifista. Ya pueden preguntar retóricamente a los populares si acaso condicionan la unidad para combatir al terrorismo a lo que ocurra con la presidencia de la Comunidad Foral de Navarra. Sólo hay una cosa que nunca podrán ocultar: la realidad.
La realidad, las cosas como son, es lo único que existe; incontestable; acaba por aflorar cunado menos se espera, más pronto que tarde para desventura de mentirosos. Y la realidad es que el señor presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas españoles -¿o no?- acabará impidiendo que la Unión del Pueblo Navarro siga al frente del gobierno foral y, con ello, preservar Navarra del sueño enloquecido de los inventores de la nacionalidad vasca. La incógnita única es cuándo. Hacerlo esta misma semana sería cargar con la responsabilidad de la ruptura del frágil armisticio recién escenificado con los populares. Pero si lo retrasa demasiado se metería ya en la campaña de las próximas elecciones generales. ¿Quién lo sabe? Quizá ni él.
Le faltan más argumentos que ganas. Porque escudarse en el tópico de que los votos han manifestado el deseo de cambio, es mentira. También, que la decisión corresponda a la franquicia regional del partido lo que, además, sería una tomadura del pelo a todo país. Y aducir como prueba de su independencia de criterio la última ruptura del diálogo por parte etarra, resultaría realmente patético. Tanto como la figura desmadejada del pelele goyesco bailando en el aire al son de los manteadores.