Día sí y día también los gestores del gobierno autónomo catalán se ven en el compromiso ¿histórico? de amenazar al resto del país con aparatosas ocurrencias. Para cada asunto tienen su remedio; el último, la insumisión para parar la LOMCE. Pronto llegará cualquier otra barbaridad para detener los procesos a los niños de Pujol; de momento no la tienen. Envolverse en la señera como hizo el joven Oriol, nada menos que número dos del partido que gobierna aquello, pasó tan rápidamente que no llegó a marcar tendencia. Quizá se produjo un quiebre en el pastueño seguidismo con que la alta burguesía catalana da alas a sus jóvenes turcos. O no, que diría Rajoy; tal vez el clan decidió dejarlo para más adelante, que nunca se sabe hasta dónde puede llegar la marea.
No es de recibo tener encima a unos pedigüeños incapaces de sacarse las castañas del fuego como lo hace más de media España; casi toda salvo las regiones de la cuenca mediterránea. Resulta duro de soportar su insolidaridad con el resto de los españoles que son, precisamente, quienes ya vienen pagando sus embajadas y otros dislates. Pero el pedigüeño que se siente llamado a hacer historia, fer pais, no se para en trabas y reclama lo que dice ser suyo. ¡Qué coñazos!
Lejos de lo que algunos pueden pensar, y de ahí lo del déficit asimétrico y demás melindres, estos tipos no tienen medio pase. Lo más que puede pasarnos es que Cataluña vaya despoblándose porque la gente se lance a cruzar el Ebro. Otros nos llegan de Rumanía o Bulgaria, que están mucho más lejos, sin que nada les pase. Y esos sí que son Estados.
El Estado propio es la gran monserga nacionalista que ha desquiciado, de momento, a los dirigentes socialistas que han visto la panacea en el federalismo, lo que no deja de ser una tontería más de las que ensombrecen la actualidad. ¿Sabrán unos y otros, las diferencias entre federación y confederación?
Lo que los nacionalistas catalanes andan buscando no es un Estado propio, un imposible, ni una España federal, aunque les suene bien eso del federalismo asimétrico; lo que realmente les gustaría es una España confederal, con un poder central sumamente limitado y unas partes voluntariamente adscritas al todo. Por una sencilla razón, y es que las federaciones cuajaron para garantizar la unidad de un Estado; bien entre otros previamente independientes, caso de los Estados Unidos, o bien de regiones a las que una Constitución reconoció su autonomía, México o Canadá… y España.
Pues los nacionalistas catalanes seguirán machacando sobre el mismo clavo porque sin la tabarra del martilleo diario dejarían de ser centro de atención. Y eso debe de resultar francamente frustrante para quienes piensan, como el burro Benjamín y el último cerdo de la granja orwelliana que sí, que todos los animales son iguales, pero unos animales son más iguales que otros.