El día 13 de julio de 1977 entró en el hemiciclo del entonces llamado Palacio de las Cortes Españolas una anciana, 81 años, enlutada y de frágil aspecto. Iba nimbada por la emoción que parecía sentir al volver a pisar aquel suelo, bajo la misma bóveda que veía 41 años atrás, el 13 de julio del 36, cuando tomó aire en medio de su acerada réplica a Gil Robles y también a Calvo Sotelo, el diputado conservador que había proclamado enfáticamente aquello de “Ya sabemos lo que sería una España roja…. Pero una España rota no se reharía nunca”.
Dolores Ibarruri Gómez ascendió hasta un escaño de las filas superiores del que al poco descendería solemne dando el brazo a Rafael Alberti, el poeta gaditano que semanas antes regresaba del exilio diciendo “Me fui con el puño cerrado y he vuelto con la mano abierta en señal de concordia”.
Los dos comunistas bajaban al estrado de la cámara para ocupar las vicepresidencias de la mesa de edad que iba a abrir la constitución del primer Congreso de los Diputados de la democracia española. Atrás dejaban muchas cosas selladas en su memoria, muchas historias de sangre y lágrimas, y años de añoranza de la patria perdida por una insensata guerra civil.
A la semana siguiente los dos compartieron esperanzas y temores ante un futuro incierto con el titular de la Corona. También Don Juan Carlos sabía de exilio, donde nació y de donde su padre había regresado un año antes.
Personajes de tan diversos orígenes y ejercicios enfrentados como Santiago Carrillo y Blas Piñar, elegidos ambos en Madrid, o López Raimundo y López Rodó, por Barcelona, conferían un plus de solemnidad a aquella sesión inaugural de Cortes Constituyentes.
Con mimbres así y un Gobierno con la cabeza y el corazón puestos también en la construcción del futuro, en sólo tres meses se aprobó la Ley de Amnistía y se firmaron los Pactos de la Moncloa.
Hoy, una clase política desnortada y un gobierno que sacrifica lo que haga falta para mantener el poder, están arruinando aquello por lo que Pasionaria y tantos otros juntaron sus manos hace cuarenta años. ¿De qué memoria histórica hablan ahora estos insensatos?