“En lugar de dos, pon tres”, decía Groucho al camarero en aquella pequeña joya, “Una noche en la ópera”, antes de la desopilante escena del camarote, el mero camarote de los hermanos Marx. La escena recuerda demasiado al envite permanente en que se hallan enzarzados los dos partidos nacionales.
No hay rubor, brilla por su ausencia. El señor presidente se traviste ahora de Sarko y propone un poco de formalidad en las escuelas. Hace poco más de una semana echó la culpa del desastroso estado de la educación media nacional a los padres y tíos de los chicos, que eso es a quienes debía referirse cuando achacó todos los males a la generación anterior.
No es cuestión de tupé, no; estamos viviendo la mayor tomadura de pelo que registra nuestra historia reciente, pongamos la de los últimos treinta años. Lo de este Gobierno, en pleno, es insólito. Por cierto, el pelo tomado es el nuestro.
Entre lo del conejo como receta navideña para aliviar el encarecimiento de la cesta de la compra, cosa por cierto bastante diferente del índice de inflación; las bienvenidas detenciones hoy de tantos ayer “hombres de paz”; las poses con Sarkozy del señor presidente, súbitamente bendecido al parecer con el don de idiomas; los desvaríos de quienes portan carteras ministeriales como la de Justicia o las monumentales simplezas del que no lleva la de Exteriores; los chulescos desplantes de quien perdió la de Fomento en Dios sabe cuál de los cien socavones causados en la Ciudad Condal… en fin, lo nunca visto.
Y así, erre que erre nos encaminamos hacia los idus de marzo. Sin más temor que a los golpes de los asesinos etarras. Sembrando el país de recetas a la medida de cada votante: respeto a los maestros de escuela, y también aborto libre de una vez; golpe y tente tieso al terrorismo, pero mantengamos viva la declaración del Congreso para volver a hablar cuando sea menester; más pensiones, cheques bebés… y dos huevos duros.
A la vista de este panorama cabe preguntarse por la réplica de la oposición. De momento parece estar en el marxista “en lugar de dos pon tres”. Ciertamente, parece una vía segura. Lo malo es que también podría conducir a ninguna parte.