Visto el primer debate entre los dos únicos candidatos que pueden formar gobierno para los próximos cuatro años resulta difícil encontrar razones que validen la hipótesis de que ZP gane las elecciones.
El 9 de marzo no es el partido socialista quien se enfrenta a las urnas. Los ocho o diez millones de votantes socialistas se juegan poco; es ZP quien se lo juega todo. Ese es el drama que atenaza al personaje desde hace poco más de un mes. Esa es la raíz del dramatismo y la tensión que anunció ante los micros aún abiertos de La Cuatro hace una semana. Tal vez ande también por ahí la razón por la que anduvo grogui en el debate, a merced de las bofetadas dialécticas que le propinaba con cruel precisión su antagonista de anteanoche.
En estas circunstancias utiliza como válidas todas las armas a su alcance, desde el insulto, a la mentira; el halago a quien pueda aportarle votos, caso de Felipe González, o el ninguneo a otros compañeros históricos como Guerra y tantos otros desaparecidos del panorama. Le importa un rábano que fuera precisamente González el primero en alertar públicamente, y para más Inri desde fuera de España, sobre la balcanización apuntada por el estatuto catalán; si aporta un solo voto, pelillos a la mar.
El candidato ZP se auto retrata cuando habla. El otro día prometió con el mayor aplomo del mundo “dialogar a todos…”. Pocas luces más claras ha emitido el personaje sobre aquel talante sobrevendido hace cuatro años como reverso del bigote aznarí. Ese es precisamente su concepto de los acuerdos, del consenso, del diálogo. No, el no dialoga con… como cualquier mortal, sea político o boticario; no, él dialoga a… ¿No es genial? En todo caso, asombroso.
Comenzó esta reválida pidiendo fe, “motivos para creer”. Ahora exige: “vota con todas tus fuerzas”; y adelanta “somos más”. Por esa vía, la última oleada propagandística está cantada:
“Vinieron los sarracenos
Y nos molieron a palos.
Que Dios ayuda a los malos
Cuando son más que los buenos.”
Quiénes sean los malos y los buenos está por ver. El sarraceno, mejor que no vuelva.