Así se negocia con el Gobierno de la Nación, sí señor, echando un órdago sobre la Constitución. Eso es, entre otras cosas, lo del vascuence en los planes educativos del País Vasco.
Y también, una muestra del nivel de estulticia que puede lograr un político. Los complejos personales del sr. Ibarreche salen muy caros a los habitantes de las tres provincias que gobierna. Vive en otro mundo sin caer en cuenta de que en las regiones españolas que van por delante en cuanto a desarrollo cívico, cultural y económico, sus responsables políticos se ocupan más del horizonte de progreso por alcanzar que en rebuscar raíces bajo las piedras.
Hay que ser insensato para convertir la escuela vasca en una fábrica de boronos.