Cuando un personaje dotado de tantas carencias es capaz de revalidar su posición es que la alternativa resulta aún menos atractiva. Esa es la gran lección de los comicios de ayer, en mi opinión; lo demás, perder el tiempo.
Cuánto haya influido nuevamente un golpe terrorista, o la capacidad de simular, mentir o trampear que usa el presidente del Gobierno deberían ser cuestiones menores ante la magnitud de las quiebras causadas en la sociedad española durante los cuatro últimos años.
El Partido Popular no ha representado a la España joven y dinámica; ni tampoco a la madura, liberal y sensata. Ni una ni otra gustan de ir de víctimas por la vida, que es el papel que unos pocos iluminados cegados de resentimiento le han hecho jugar al partido que debiera haberles representado.
Después de tanto dislate gubernamental, la derrota popular no tiene paliativos. Los responsables de ese partido deben acometer ya una segunda o tercera refundación.