Quizá el gran pacto del que este país está urgido deba centrarse en la corrupción. Hay otras cuestiones no menos trascendentes, o quizá más, como la vertebración autonómica, la revisión del sistema electoral o la administración de Justicia, pero serán más difíciles de abordar sin despejar previamente esa espesa capa de basura que todo lo contamina.
Algo ha hecho eclosión, lo cual tiene su lado positivo siempre que se llegue a tiempo de atajar la gangrena mortal. Pero el sistema no puede funcionar con todos sus mecanismos sometidos a sospecha. Sin confianza no hay salida.
Decenas de ingresados en prisión por la mayor estafa sufrida por los fondos públicos durante la democracia, los EREs de la Junta andaluza; las cuentas del partido en el Gobierno puestas en la picota por su antiguo tesorero; el ex deportista en puertas de juicio oral por habérselo llevado crudo utilizando su matrimonio con una infanta, la cortesana que hace la ola disfrazada de princesa alemana, y tantos casos más que acaban saliendo enredados unos con otros como cerezas de una cesta. Ahí están los sumarios del Campeón y de las ITV. De esquina a esquina, de la Galicia de Pepe Blanco, ex número dos socialista, a la Cataluña de Oriol Pujol Ferrusola, mismo rango en los convergentes, nada ni nadie parece a salvo del banquillo. Los tráficos de influencias más que una tentación se han convertido en carreras profesionales de acceso restringido a políticos con poder.
Esta realidad propicia situaciones tan aberrantes como que dos magistrados de la AN, Ruz y Gómez Bermúdez, estén haciendo el ridículo pugnando por llevarse a su molino el agua de un mismo asunto, el de Bárcenas, golfante que ha tenido la habilidad de convertirlo en el caso de las cuentas del PP. Ruz, que viene instruyendo el sumario que hace cerca de cuatro años abrió aquel juez estrella hoy inhabilitado sobre los comisionistas de Gurtel y sus relaciones con los populares, lo tiene allí como imputado. Y no sería extraño que visto el volumen de sus cuentas suizas llegara el juez a la conclusión de que Correa, el bigotes y demás apandadores no fueran sino pinches del que anotaban como Luis el Cabrón.
Cuando el amigo y abogado ocasional de Bárcenas envía al diario global las fotocopias de una supuesta contabilidad casera de los populares, se abre un nuevo escándalo que investigan policía judicial y fiscalía anticorrupción, cuyo resultado remiten al juez el 8 de marzo. Pero una semana antes el diputado comunista Cayo Lara, con apoyos diversos, presentó en la AN una querella sobre el mismo asunto que casualmente entra en el juzgado de Gómez Bermúdez. El 10 de marzo asume su tramitación en contra del criterio de la Fiscalía, que ya había entregado dos días antes su informe a Ruz. El protagonista del juicio del 11-M, y de “La soledad del juzgador” título que puso su mujer al relato de aquella historia, no atiende a razones y dice algo tan chocante como que lo de Bárcenas no tiene nada que ver con Gurtel.
Conclusión, el viernes 22 de marzo del 2013, el imputado está citado por dos juzgados para responder sobre lo mismo y en una misma Audiencia. Homérico.
Lo repelente del asunto es el aparente interés que unos y otros tienen en que quien enjuicie sea un magistrado u otro. ¿Enjuicie, qué: las cuentas de los populares o el súbito enriquecimiento del fulano onubense que fungió como senador por mi Cantabria natal durante seis años? Ayer en el Congreso un diputado socialista acusaba al Gobierno de querer apartar del caso a Gómez Bermúdez, sembrando la duda sobre las actuaciones de la fiscalía anticorrupción. “Si hay algo que arroja sombra de sospecha es que su señoría tenga preferencia por un juez sobre otro”, replicó el ministro de Justicia.
Así no hay forma de que nada salga bien. La política de partido no puede pringar las decisiones judiciales, por expedito que dejara el camino el primer gobierno socialista retorciendo el espíritu de la Constitución en aras de una llamada justicia democrática. ¿Democrática porque los jueces sean elegidos por la comunidad, como en los Estados Unidos, o porque en el Consejo del Poder Judicial se reproduzca la composición partidaria del parlamento, como aquí? De lo primero, como de una nueva ley electoral, nadie con el peso necesario para llevarlo a cabo quiere oír hablar. La partitocracia es lo que tiene, que fuera hace mucho frío.