El jesuita Bergoglio tiene todos los ingredientes para imprimir un nuevo carisma a la iglesia romana. Sus primeros pasos sugieren un afán por hacer las cosas de la manera más normal posible. Tras haber sido elegido pagó su cuenta en la residencia vaticana donde los cardenales pernoctaron durante el cónclave, y en su primera salida para honrar al fundador de la Compañía utilizó un auto de la gendarmería, no el solemne vehículo insignia del Vaticano. Como el saludar a la cristiandad en italiano, lo que corresponde al obispo de Roma que es el papa, todos son detalles que marcan un camino. Un camino muy propio del jesuita latinoamericano que es; hombre tan capaz de hablar llanamente a sus feligreses o de circular en medios públicos, como de recordar a sus cardenales que la Iglesia no es una piadosa ONG.
Los electores han votado por mayoría absoluta a un hombre entre dos mundos; dicen que conservador en la moral y progresista en lo social; con capacidad reformista pero prudente; un insider de la Curia que ha pastoreado una sociedad compleja como la bonaerense; un argentino de padres europeos.
Su elección ya ha desatado la línea de ataque: que no se las tuvo tiesas con la dictadura militar de los Videla et alias que ocupó el país entre 1976 y 1983. Menos mal que en su defensa salió hoy mismo el Nobel por la Paz Pérez Esquivel, argentino que sí que se la jugó, y a fondo, por los derechos humanos de toda Iberoamérica, comenzando por su propio país en el que sufrió más de un año de cárcel sin juicio. El cofundador del Servicio Paz y Justicia y de movimientos como el de las Madres de la Plaza de Mayo, ha dicho: “hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura, Bergoglio no”. Pero siempre habrá un letrado dispuesto a la guerra sucia que poner al servicio incluso de un régimen como el kichenerista, si llega el caso.
De hecho, desde que Bergoglio llamó a despolitizar la misa tradicional del 25 de Mayo los Kirchener, primero Néstor y ahora su viuda, decidieron celebrar el Te Deum en cualquier otro sitio menos en Buenos Aires. Doña Cristina recorre setenta kms. ese día hasta la Basílica de Nuestra Señora de Luján para no encontrarse con el Cardenal en la Catedral metropolitana de Buenos Aires.
Por experiencia y edad, el papa Francisco parece reunir condiciones suficientes para afrontar los dos grandes retos de la Iglesia: el organizativo y el pastoral. El primero sería un segundo gran paso adelante tras la pérdida de los Estados Pontificios por el Pacto de Letrán, en 1929. Aquellos estados queraron reducidos a las 44 hectáreas que dentro de Roma se reconocen como Ciudad del Vaticano. Hoy no se trata tanto de constreñir su territorio como de limpiar sus órganos de gobierno de intereses ajenos a los de su misión. Porque sin ello el segundo desafío, el pastoral, tendrá demasiadas dificultades como para ser cumplido.
A eso se dedicaron hace cuatro siglos en su propia Compañía otros dos Franciscos, el de Borja, organizándola como General de la orden, y el de Javier, descubriendo otros territorios.