Es la gran idea del equipo que nos gobierna: adelantar más medio año las elecciones gallegas para hacer frente a la crisis. Y no aprovecha la ocasión para convocar las europeas porque no está en su mano; las vascas tampoco. La única crisis que parece afectar a la presidencia del Gobierno es la de su propia subsistencia. Por ello busca cómo adelantarse a los tiempos que amenazan a la vuelta del invierno.
El único argumento para el de momento frustrado intento de adelantar unas elecciones regionales es que hoy estamos peor que ayer, pero mucho mejor que mañana; aprovechemos pues la situación para evitar que el desgaste llegue a ser insoportable; todo un argumento. La pérdida del bastión gallego, conquistado con una derrota en los comicios anteriores, podría representar el inicio de una caída sin freno ni reversas imaginables por el tobogán de la crisis tan torpemente negada hasta ayer mismo como hoy sigue falta de respuestas.
El primer paso presidencial tras unas inmerecidas vacaciones, la primera idea operativa conocida al cabo de cinco meses de gobierno, no sirve realmente para resolver nada, sino más bien para agravar la maldita crisis. El efecto que persigue es atajar el desgaste que genera su incapacidad para afrontar con provecho cualquier tipo de problema real, desde la seguridad aeronáutica, la del trazado del AVE en el país vasco, la del transporte aéreo o la de las centrales nucleares, etc., hasta la financiación regional, los precios y la violencia pasional, llamada estúpidamente de género. Así, burlando la realidad con el único fin de consolidarse en el poder, es como se agravan las crisis.
Este perenne estado de elecciones que venimos padeciendo desde hace muchos años no es bueno para nada ni para casi nadie. Cuando la acción de gobernar fija su atención permanentemente en la caza del voto o en asolar las alternativas posibles, entonces se hace estéril. Que es lo que pasa.
Lamentablemente lo único relevante para este partido llamado socialista es mantener las riendas del poder; al precio que sea. Negociando hasta lo innegociable y con quien sea menester para detentar las fuentes del clientelismo, fenómeno éste de alta incidencia en el comportamiento electoral de la región gallega, por cierto. Que para ello hay que adelantar las elecciones ocho meses, ¿y? Nadie podrá impedirlo; los electores irán sin rechistar a entregar su futuro al pié de una urna con la rutina acostumbrada. ¿Nadie? Sí que hay alguien: él mismo, el padre de la idea. Horas de trabajo de toda una presidencia para nada. El personaje parece no ver el resultado claro ni adelantándose a lo peor por llegar, y no acaba de decidirse a poner en juego la estratagema.