Es difícil imaginar que un asunto pueda llevarse peor. Tal vez la gobernación simultánea de Castilla-La Mancha y del partido Popular supongan alforjas demasiado gravosas para los hombros de Cospedal. Interpretación benévola, pero quizá suficiente. La dirección de un partido en el Gobierno recae sobre quien tiene encomendada la secretaría general mientras el líder ocupe La Moncloa. Así ha venido sucediendo en el partido de los socialistas, Guerra primero y Blanco durante el zapaterato, y en el caso de los populares, Cascos con Aznar y ahora Cospedal. Objetivo: que el jefe trabaje en lo suyo sin que le salpiquen los pisacharcos.
El caso es que con el asunto Bárcenas a la dirigencia del partido se le han hecho los dedos huéspedes. No se ha escrito comedia de enredo más extravagante que la que están representando los dos protagonistas. Cada escena tiene su sorpresa; tras peripecias diversas el golfo se saca de la manga una docena de millones más de los descubiertos en Suiza; la secretaria general que dijo muy digna haberlo echado hace tres años, sorprendió luego con aquello de que han seguido pagándole por cubrirle la seguridad social; se autocorrige a continuación explicando que lo que el excajero ha venido cobrando hasta hace un mes era una indemnización diferida en dos años, y el golferas le da la réplica denunciándola por despido improcedente. ¿Caben más trampas y menos sentido en esta trama, pedestre donde las haya?
Porque está por ver qué falta le hace al lince que presume de haber levantado cuarenta millones de euros que le cubran las cuotas de la seguridad social. ¿Necesita este tipo cobrar una nómina para seguir cotizando a la SS? ¿Acaso no tiene posibles para hacerlo como autónomo dedicado a gestionar sus diversificadas inversiones?
Quizá el pluriempleo sea la causa de tantos errores por parte de la responsable del partido, comenzando por cuando adujo que le habían echado cuando no lo hicieron. ¿Indemnización tras haberles creado el mayor escándalo sufrido por el partido en su historia? Y si no tenía responsabilidades desde hace tres años, qué haya estado haciendo hasta ahora es una buena pregunta a la espera de la respuesta que quizá nunca llegue.
Los contribuyentes merecen más seriedad y menos chapuzas; el pluriempleo no sirve de excusa. El país no está para sainetes. Cuando la política se convierte en género chico la tragedia se adueña del escenario. Véase el momento italiano, que es lo que nos faltaba por si en nuestra propia carrera no tuviéramos suficientes obstáculos por saltar.