Hablar de corrupción política en España son ganas de simplificar; el mundo político es un puro reflejo de la sociedad; de la misma sociedad que está indignada porque vendan favores o metan mano en la caja precisamente quienes ha encargado de cuidar las cosas del común. Pero la corrupción es como el tango, requiere dos para ser bailado. Takes two to tango, lo cantaban Louis Armstrong o Ray Charles con Aretha Franklin .
Mientras la sociedad no tome conciencia de ello andaremos persiguiendo fantasmas; fantasmas sinvergüenza, pero fantasmas prestos a sacar tajada en cuanto sienten que alguien está dispuesto a pagar para conseguir algo que ellos pueden facilitar. El cuento es viejo como la humanidad.
Es una desgracia que esta lacra se esté convirtiendo ante los ojos de medio mundo en una de las señales de identidad de lo español. Hasta en esto los catalanes son tan carpetovetónicos como los andaluces y valencianos, gallegos y mallorquines, madrileños y… No hay región que no haya sido tocada por los escándalos. Unas con mayor intensidad que otras; ¿qué tendrá la ribera mediterránea, desde Reus a La Línea- que no tenga la cantábrica, por ejemplo?
Pero como en casi todo, tampoco España puede presumir de ser aquí la reina del mambo. La spanish corruption tiene más de picaresca de medio pelo que de delincuencia de altos vuelos. Simplemente porque es lo que suele dar el país en demasiadas manifestaciones, sea en el cine, atletismo, educación, nivel cultural o en la mayoría de los medios de comunicación. La excelencia, y ahí están los grandes cocineros, no es de cultivo ordinario aunque la satisfacción colectiva que generan los casos que producimos en campos competitivos, como el fútbol o el tenis, revelan las ganas que tiene la mayoría de este país de sacudirse de encima tanta basura y la envidia, la indolencia, la incultura y demás pecados originales de la situación.