Leer el proyecto de resolución que los de Pujol, Mas y Durán han acordado con los republicanos de la izquierda catalana es una buena forma de comprender hasta dónde ha llegado la inmersión nacionalista puesta en marcha cuando caducó su lealtad constitucional, hace cosa de veinticinco años. Además de la pérdida del sentido de la realidad que aqueja a sus promotores, la solemne declaración acredita que tampoco saben escribir. Porque ni el pueblo de Cataluña ha expresado democráticamente nada –será una parte del mismo-, ni la soberanía democrática que su parlamento acuerda declarar puede ser sujeto político y jurídico de nada. El recorta y pega con que mentes tan preclaras están afrontando el desafío de construir un nuevo Estado en la Europa del siglo XXI parece que no da para más.
¿De qué va esto, más allá de echar día a día paletadas de arena entre los rodamientos de un país cansado de aguantar tanta chulería? El asunto está calentado una curiosa polémica sobre cómo enfrentar tamaños despropósitos. Para unos –entre los que a veces me cuento- esta es una pequeña historia de patas tan cortas como la mentira, que no merece mayor atención; como los suflés, acabará desinflándose. Para otros –entre los cuales también a veces me sorprendo- no es hora de templar cornamusas ni tenoras sino de aplicar la ley. Es decir, de llamar al pan pa y al vino vi. Pero ay, el conjunto de la nación tiene bajas las defensas.
Cercados por los tribunales que investigan la corrupción al parecer generalizada en la trama social y política de aquellas tierras, parece como si el único medio de defensa que han descubierto consistiera en sacudirse de encima a la justicia española levantando un nuevo Estado… de conveniencia. Eso sí, cursan su declaración soberana junto con la instancia pidiendo al Estado unos cuantos miles de millones para poder seguir… jugando a la independencia con los dineros de andaluces y extremeños, madrileños, cántabros y astures, gallegos, castellanos y canarios, mallorquines, riojanos y aragoneses.
En mi opinión esta historia podría verse como una nueva modalidad de querella catalana. Cuando en la baja Edad Media unos comerciantes genoveses acusaron a otros catalanes de incumplir un contrato, éstos reaccionaron querellándose contra aquéllos. Así se denomina desde entonces el uso abusivo de la jurisdicción penal con el fin de paralizar la acción de la justicia en cuestiones civiles, o mercantiles. En este caso, los de Pujol, Mas y Durán, secundados por otros de obediencias diversas, estarían buscando evadirse de la Justicia por el procedimiento más expedito: saliéndose del país, como la Bardot y Depardieu que se van a la Rusia de Putin –fuera de la UE– para no pagar los impuestos de la Francia de Hollande.