El mejor termómetro para evaluar la temperatura de un puchero electoral lo constituyen las declaraciones de sus cocineros, de los implicados. O de los complicados, como es el caso del secretario general de la OEA. El alto funcionario internacional residente en Washington se bajó hasta su país natal para acompañar durante unas horas la campaña de su ex presidente, el candidato oficialista senador Frei Ruiz Tagle.
Y el funcionario internacional salió tan espantado de su inmersión en la política doméstica que lejos de apoyar a su amigo Frei lo hundió declarándolo perdedor. Con amigos como Insulza, el senador no precisa de enemigos. Aunque tal vez su peor enemigo haya estado en su propio comando; incluso dentro de sus propios zapatos. El senador no puede mantenerse en campaña colapsado como en el debate último.
La falta de capacidad de respuesta a cuestiones tan elementales y previsibles como el por qué de no haber visitado la Auracanía, o la ingenuidad necesaria para reprochar en medio del debate a ME-O su candidatura y pedir su retirada para impedir el triunfo de la derecha son sólo ejemplos de lo que no puede permitirse un candidato a la presidencia de un país. Y menos si éste cuenta con ciudadanos con el suficiente grado de ilustración como para que buena parte de los votantes puedan adelantar réplicas pertinentes a tales desatinos.
El señor Frei Ruiz Tagle fue un presidente honorable. En sus seis años hubo de todo, más bueno que malo en la primera parte del mandato y viceversa en los dos últimos años. Una crisis económica y el siniestro espectáculo del viejo dictador en Londres depreciaron el saldo final de su presidencia. En cualquier caso, el personaje no se merece esto.
Hoy está viviendo el drama de los encadenados a un destino ciego. La coalición que le sustenta está rota e incluso tiene otro candidato, oficioso, revestido de renovador, como si fuera la oposición. Quienes le empujaron a presentar nuevamente su cartel pensaron sobre todo en impedir una tercera presidencia socialista. Y para perder, que se queme don Lalo, dijeron muchos visto el desgaste de veinte años de Concertación en el poder. Con mimbres así, el cesto del candidato Frei llegará vacío a diciembre. Si es que llega.