Qué pasaría si antes de ceder al instinto demagógico que suele anidar en todo político, los responsables de partidos y sindicatos pensaran en el interés general antes que en agavillar un puñado de votos…
La política anti crisis que el gobierno rajoyano lleva practicando un año con la troika siempre avizor parece tener un objetivo primario: resolver el caos dentro de casa. Es decir, que los llamados hombres de negro nos examinen, ausculten, exploren, escaneen, etc. desde fuera. Arduo empeño éste porque, velis nolis –quieras o no-, los frenos, ajustes y recortes tiene que hacerlos si no quiere pasar por el inri de que se los hagan, que precisamente es lo que trata de evitar.
La ocasión es pintiparada para socavar las bases sociales de este o cualquier otro gobierno en análoga situación. Eso no sería lo peor pues, al fin y al cabo, cada cual cumple su misión como Dios le da a entender. Parece que eso es lo que está haciendo Rajoy; desde que conoció la auténtica dimensión del socavón en que se metió ahora hace un año no hay punto de su programa electoral que resista la prueba del algodón. Pero él piensa que al cabo de un par de años se le reconocerá el mérito de haber devuelto la normalidad al país.
Lo peor es que sea el país entero quien pierda la fe en sí mismo y cargue con más plomo aún en este débil sobrevuelo de la situación. Lo que podría entenderse, no disculparse, en algunos ámbitos resulta incomprensible en partidos con vocación de gobierno, como el socialista o los nacionalistas catalanes. El socialista tiene aún a la vista el paisaje desolador que han dejado sus dos últimos pasos por la mayoría parlamentaria, Desolación institucional, además de la económica. Y los catalanes han sufrido lo que significa recibir del tripartito saliente un solar de tierra calcinada.
¿Cómo es posible que Rubalcaba diga que hay que ir al Constitucional con el freno a la revalorización a las pensiones en la mano? No es cuestión el que esté haciendo seguidismo del sindicato y partido comunistas, ni que olvide el recorte más drástico de su gobierno hace un par de años, como le ha recordado Cospedal. Lo que no tiene explicación es que se monte en la chepa de los pensionistas clamando al cielo contra la nueva afrenta de los populares al pueblo, “a los más débiles”, cuando conoce como nadie que hay lo que hay y que de donde no hay, porque no dejaron, nada puede sacarse.
Por cierto, hablando de los populares, ¿qué hubiera pasado si la tropa madrileña de Cospedal hubiera tendido algún puente, o simplemente explicado el alcance de su programa sanitario regional antes de meterse en el berenjenal en que hoy se encuentra? Ni al que asó la manteca se le ocurre un dislate semejante.
¿Qué pasaría si los políticos celebraran más encuentros y menos calurosos homenajes, pusieran soluciones sobre la mesa y no palos en las ruedas, qué pasaría si limpiaran de basura sus reductos y los abrieran a la calle?