Sostiene Mas, incapaz de enmendarla, que las urnas catalanas se volcaron por el independentismo y que, entonces, ¿cuál es el problema? Y como para enfriar fervores, añade que además del referéndum hay que gobernar día a día. Con quién pone el cascabel al gato de los presupuestos sacrificados en el ara de las elecciones es pregunta para la que ya debería tener respuesta. Pero no la tiene. Quizá tampoco le corra prisa; una prórroga le serviría para resistirse unos meses frente a las pretensiones de sus eventuales socios, sean los de Esquerra o los disminuidos socialistas. Y al fin y al cabo, siempre estará al quite el fondo de liquidez del Reino de España, tan generoso hasta ahora…
Harina de otro costal es lo qué estén pensando en los círculos de Foment, el Liceo, el de Economía, el Ecuestre y demás ámbitos por los que cursa la vida del empresariado y alta burguesía de la región. Son gentes más proclives al orden que a las aventuras, de reconocidos perfiles familiares y pragmáticas como campesinos. No suelen hacer de claque, la alquilan si es preciso. Los que nacieron mediado el siglo XIX y han prosperado hasta la autarquía franquista bajo mil paraguas proteccionistas sienten alergia a vivir a la intemperie. ¿Seguirán a Mas por la senda independentista con el mismo calor y adhesión –“marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”- con que Fernando VII juró la Constitución del 12? Tal vez; es decir, durante poco más de un par de años si es que no se plantan antes.
Difícil cuestión pues más allá de la debacle, por él ha de pasar la formación del nuevo gobierno catalán; por él o por su partido, cabría decir si los partidos tuvieran vida propia, más allá de la del mandamás. Pero no es el caso; ahí en su Convergencia y en la omertá de Unió tiene Mas su guardia pretoriana que, acusada ahora de desmanes varios, defenderá numantinamente las posiciones que disfrutan.
Lo más es que Mas llegue a un acuerdo con los socialistas de Carme Chacón. Los de Rubalcaba se apuntarían un tercer gobierno de coalición regional que maquillaría la cartografía del poder en España. Al fin y al cabo, lo de obrero y español allí, en el PSC, ya lo han suprimido.
En cualquier caso no se atisba una posibilidad de recambio dentro de CiU. Ni del PSOE tampoco. Y es que en esto de los partidos poco hemos avanzado en el imperativo constitucional de su democracia interna. En alguna medida siguen ejerciendo el papel que, más allá de la retórica al uso, Franco tenía encomendado a su Movimiento Nacional. Lo tiene contado el ex embajador del régimen anterior en Washington y en el Vaticano, Antonio Garrigues, y posteriormente primer ministro de Justicia de la Corona.
Hablando con el caudillo, un verano en San Sebastián, sobre posibles reformas a introducir en el Régimen tras el Vaticano II, Garrigues se trabó con el partido único de aquel Estado. Ante sus circunloquios, Franco cortó:
– “Pero ¿usted sabe lo que es para mí el Movimiento?
– Yo le dije Excelencia, no lo sé y bien sabe Dios que sería la cosa que en estos momentos tendría más interés en conocer es precisamente esa de qué es el Movimiento.
– Para mí, el Movimiento es como la claque. ¿Usted no ha observado que cuando hay un grupo grande de gente hace falta que unos pocos rompan a aplaudir para que los demás se unan a ellos y les sigan? Pues más o menos así es como yo entiendo la finalidad del Movimiento».
Pues, en esas siguen las huestes partidarias de aquí y de allá en tanto no cambien las leyes electorales.