Camuflado bajo la dantesca tragedia japonesa, Gadafi aprovecha la torpe parsimonia de la Unión Europea y los miramienos de la presidencia norteamericana para hoy seguir masacrando resistentes en Bengasi. La resolución 1973 de Naciones Unidas, además de tardía llega escrita sobre papel mojado, y al sátrapa libio parece haberle importado tan poco como el amenzante “que nadie se equivoque” que el primer ministro español lanzó ayer amparado por Ban Ki Moon, el coreano que cursa de secretario general de Naciones Unidas.
Ahora, ungidos por el carisma de la legalidad, políticos como Rodríguez Zapatero se llenan de ardor guerrero. En tan sólo siete años, el personaje pasa de interpretar Johny cogio su fusil a Doce del patíbulo, habilidad reservada a los grandes actores; del antibelicismo más cruel de Dalton Trumbo hasta la guerra como gesta, vista por Robert Aldrich. Así son las cosas: nuestro presidente entró en la Moncloa pacifista y sale de ella henchido de ardor guerrero.
Y conste que, en mi opinión, ahora acierta tanto como antes erró. Más allá de la fatua impostación con que se reviste cuando toca repicar en alto, cuanto dijo tenía todo el sentido. Impecable. Lástima que poco despues, su ministra de Defensa diera muestras de discursear sobre la misma materia sin saberse la lección. Tuvo que leer en el papel que los norteamericanos podían usar las bases de Rota y Morrón. ¿No recordaba cuáles eran las bases, si aún había bases, dónde estaban? En fin… Y dicen que dice doña Carme Chacón que quiere ser el relevo de su jefe. Pobres.