Junto a tanto desasosiego la crisis también puede dejar a su paso aportaciones positivas. Sería difícil de entender que un futuro de normalidad no se asentara sobre cambios de determinados paradigmas y una reformulación de valores. Un visitante de otro tiempo que llegara hoy a este país se haría muy mala imagen de lo que los humanos han llegado a ser. La capacidad para generar situaciones de escándalo es superior a lo previsible. Hay pocos ámbitos de la vida pública cuyos descosidos no muestren las vergüenzas de tantos agentes. Aquí y allá, sin distinción de colores ni situaciones.
Investigaciones abiertas por la fiscalía, un juez o las propias fuerzas de seguridad del ministerio del Interior con mayores o menores escrúpulos por doquier destapan ollas podridas. Alcaldes, consejeros, presidentes de autonomías, folklóricas, representantes sindicales o empresariales, financieros y esos llamados empresarios sin otra capacidad de emprendimiento conocida más allá del pro domo sua, arriban a la picota entre el escándalo y el regocijo de la masa, harta al fin de los esperpentos alumbrados por los realities televisivos, que esa es otra.
Una cura forzosa de austeridad tal vez alcance a recomponer la mentalidad del dinero fácil, el lujo como medida del éxito, y el gratis total al que tantos se sienten acreedores por la del esfuerzo y la solidaridad. Y entre los gobernantes, los mandatados para administrar la cosa común, ojala fructifique la semilla de la responsabilidad, que arraigue en ellos el doméstico principio de que no cabe gastar lo que no hay.
De la responsabilidad y de la simple decencia. Espectáculos como los ofrecidos por miembros del gobierno anterior lucrándose personalmente de dádivas otorgadas a lejanos organismos internacionales, revuelven las sensibilidades más contemporizadoras. La exministra Pajín, como antes Aído y otros altos cargos, se dan al sol de Naciones Unidas un baño de internacionalidad, que ciertamente nunca les vendrá mal, a costa del dinero que los españoles no teníamos, dispuesto con inusitada liberalidad y mayor irresponsabilidad durante los últimos años. Años que no han sido precisamente de bonanza económica, como la realidad se ha encargado de demostrar frente al torticero negacionismo de los gobiernos socialistas recientes.
Más allá del cumplimiento de otros compromisos nacionales, mientras la corrupción siga aquí anidando no nos será prestado el respeto debido.
Magnifico artículo, uno más genuinamente made in Ysart gallery. Sigue así, que te fichará EL PAÍS para contar en su cuadra de comentaristas
un liberal puro, sin mezcla alguna, ni de derecha y progresía necias.
Mi enhorabuena a la Editora por fichar a tan insigne comentarista.