“Que los fachas quieren quitarle el despacho al hermano de Alfonso”, dicho lo cual, el de La Isla se fue de manifestación para defender a Juan Guerra, el del cafelito en la Delegación del Gobierno en Andalucía. Fue procesado por todos los delitos posibles en un conseguidor con entrada en instancias públicas, y de casi todos absuelto por falta de pruebas. No así del fraude fiscal cometido en “El corral de la parra”, chiringuito dedicado a actividades inmobiliarias… y a birlar a Hacienda más de un cuarto de millón de euros, según definitiva sentencia del Constitucional en el 2.001. Como se declara insolvente, Hacienda ha renunciado a cobrar y un juzgado de Sevilla archiva la ejecutoria.
Aquel mundo parecía pasado, secuelas de otros tiempos. Pero no. No sólo es que vuelva lo de Juan G., ahora investigado por alzamiento de bienes, es que Ayuntamientos, la Junta de Andalucía y conspicuos gestores no dejan los periódicos en paz. Aquello parece tener más agujeros que en un Emmental.
La cosa, o el caso, comenzó por Mercasevilla, comisiones que le resbalaron al Ayuntamiento del socialista Sánchez Monteseirín. Pese al destrozo causado, el presidente de la Junta, Griñan, no ha reparado en elogios: “Su trabajo se ve y se vive en Sevilla”. El propio Monteseirín, más cauto, dice que se va la alcaldía “exclusivamente para beneficiar al PSOE”. En fin…
Por la comisiones se llegó al fraude de los EREs, y del fraude con el dinero de los contribuyentes para el desempleo, al fraude de las ayudas de la UE para el fomento del empleo, tema que además de la Guardia Civil investiga la Oficina Antifraude la de Unión Europea, OLAF.
La respuesta política se vierte en mentiras clamorosas, como la colaboración con la Justicia y resulta que la juez tiene que arrancarles las actas a golpe de auto, o el recordatorio a los de enfrente del estrambótico Gurtel -que esa es otra-.
Pero en el tenebroso paisaje andaluz se perfilan ahora otros nombres propios, caso de Iván Chaves, comisionista que sirviéndose de un socio que visitaba, agenciaba, cobraba… y repartía (50 /50) el fruto de las gestiones ante ayuntamientos, empresas y demás, se saltaba las cautelas que su padre le imponía.
El pobre Manuel Chaves, hoy vicepresidente tercero de Zapatero, que ya es castigo además de presidir el PSOE del que el mismo Zapatero sigue siendo Secretario General, fue durante nueve años presidente de la Junta de Andalucía, precisamente los años en que se gestó tanto embrollo y tantos familiares encontraron acomodos públicos. Hasta su hija Paula fue salpicada por una subvención aprobada en noviembre del 2008 por la Junta bajo la presidencia de su padre a la empresa en que trabajaba. Siete meses antes, el Ministerio de Industria había denegado la subvención solicitada por Minas de Aguas Teñidas SAU, dedicada a importaciones, concesión de licencias, comercialización y demás de maquinaria para la minería.
Como a falta de pan buenas son tortas, las guerras se han desatado entre los príncipes del socialismo andalusí. Dimisiones, alineamientos en favor de Cháves unos, de Griñán, otros; Zarrías de por medio y la verdad escrita en el agua. Si esto fuera género chico, el tenor cómico terminaría: “Anda-lucía, explícale al público lo del pobre Chaves”. Quizás todo sea cosa de los treinta años seguidos en el machito. Dicho por pasiva, de la falta de una alternativa ganadora.