¿Todo va mal por la crisis, o más bien hay crisis porque las cosas van mal? No es un juego de palabras, ni seguimos el cuento del huevo y la gallina que ayer cerraba este cuaderno de bitácora.
¿Por qué todo parece haber saltado de repente por los aires? Las hipotecas basura norteamericanas y la demencia en que cayeron sus bancos de inversión pudieron ser la mecha; nuestra burbuja inmobiliaria, la chispa que prendió el fuego al que dio oxígeno el torpe comportamiento del gobierno anterior, y algunos añaden el rigor de los ajustes puestos en marcha por el actual. Pero todo ello no basta para explicar por qué estamos donde estamos. Y es que, entre otras cosas, no estamos solos.
Llegamos tarde no porque resistiéramos mejor los embates que asolaron la banca americana, británica, alemana, francesa y holandesa hace cuatro y tres años, sino porque aquí nos hicimos los suecos. No sólo aquel gobierno Zapatero que negó más que San Pedro; todos.
Nadie se quiso dar por enterado; el turista siguió yendo donde le venía en gana, el banquero, importando dinero para prestarlo como si lo tuviera, el empresario de tronío botando nuevo yate, el desempleado, “trabajando en el paro” y los gobiernos todos, incluidos los regionales y locales, gastando sin tino. El keynesianismo de los socialistas nacionales quedó en un plan para arreglar las aceras de media España, obra de gran valor añadido y efectos multiplicadores sin cuento. Y así, parafraseando la copla cubana, llego la crisis y se acabó el recreo.
Las causas parecen más profundas, de índole cultural e incluso moral. Seguramente están enraizadas en la deficiente educación de que hablan todos los estudios comparativos con los países de nuestro entorno; de educación primaria y secundaria, técnica y universitaria. Y eso se traduce en un nivel plano de creatividad, en la carencia de referentes históricos y de todo tipo. La depreciación sufrida por la cultura del esfuerzo es inversamente proporcional a la del dinero fácil que sirve en bandeja la falta de transparencia y de rendición de cuentas; es decir, la corrupción, que asola parte notable de nuestra sociedad. Las instituciones han caído en el descrédito adecuado a su labilidad.
Son cuestiones que merecen más atención que el seguir embobados las piruetas de la prima de riesgo, las agencias calificadoras o los índices bursátiles de medio mundo.
Eso de que España es el problema y Europa la solución puede sonar bien en una tertulia, pero la realidad es otra, como ayer vino a decir Víctor Pérez Díaz: el problema es Europa, y España forma parte de él. Hablaba el sociólogo en la presentación de la obra “Europa ante una crisis global”, acompañado de Manuel Pizarro, el economista italiano Michele Salvati y Javier Zarzalejos, secretario general de la fundación FAES.
Por el adelanto que Pizarro hizo de su contenido merece la pena comprarlo; incluso leerlo.
javier zarzalejos nieto, hijo de josé antonio zarzalejos altares…..