No había precedentes y España lo ha logrado. El sector financiero podrá disponer de fondos europeos a través del FROB. El riesgo soberano queda al margen del saneamiento de las entidades sin capacidad de resistencia frente a la crisis. Éxito de un empeño político tenaz y multipolar, iniciado con el rigor de las reformas y culminado por las gestiones diplomáticas que han tenido embarcados a varios miembros del Gobierno.
Pero además, y sobre todo, la decisión adoptada en la tarde de ayer por el eurogrupo supone un gran paso en la integración económica, fiscal y bancaria de Europa. Lo de “más Europa” como vía de solución de la crisis parece abrirse camino; hasta Merkel reconoció el viernes que el problema es político.
El llamamiento hecho el mismo día por el presidente norteamericano revela la importancia que para el resto del mundo tiene la estabilidad de las economías del euro, y de sus sociedades. El gobierno español, vino a decir Obama, está haciendo bien sus deberes pero el ajuste fiscal no es suficiente; los líderes europeos deben mostrar flexibilidad. Es lo que acaban de hacer en esta tarde del sábado 9 de junio los responsables de sus economías reunidos cada uno en su despacho a través de teleconferencia.
Nos aburriremos leyendo y oyendo comentarios sobre por qué el Gobierno venía negando la necesidad de las ayudas o por qué no se hizo antes; discusiones tipo galgos o podencos sobre si estamos ante un rescate o una ayuda, incluso no faltará quien diga sentirse intervenido, como si al cabo de tres años no estuviera al cabo de la calle. No son precisamente las cuestiones ideales para generar confianza sobre nuestras capacidades, pero así somos.
Sin embargo no serán demasiadas las voces que aleguen en defensa de los bancos autosuficientes, de los que no necesiten fondos para recapitalizarse. Es la cruz de este tipo de ayudas que no por necesarias perturban el libre juego de la competencia; extraño premio a los mejores, que son más de la mitad, el 70% según el FMI.
El precio para los reflotados, saneados, capitalizados –de todo ello va a haber- será mejor que el que ninguna entidad española podría conseguir en el mercado pero, eso sí, sus gestores y administradores habrán de soportar los condicionantes que las ayudas implican, comenzando por el nivel de indemnizaciones, salarios y compensaciones; y los accionistas, renunciar a buena parte de los dividendos, si no a su totalidad.
Más allá de la discusión política, esta ha sido una cuestión bien llevada. Y parece que en ello han andado de consuno tirios y troyanos. Bien pues.