Era asturiano, no gascón, pero desde que nos conocimos, por el año 74, siempre vi en El Guti un trasunto de Cyrano de Bergerac. Ilustrado y pendenciero, cálido y fanfarrón; nos despedimos hace un par de meses. Portaba un bastón como sin saber qué hacer con él. Era la independencia misma; qué bien le cuadran aquellos versos que Rostand puso en boca de Cyrano:
¿Qué debo hacer?
¿Buscarme un protector, un amo tal vez,
y como hiedra oscura que sube la pared
medrando sibilina y con adulación,
cambiar de camisa según la ocasión?
No, gracias;
¿Dedicar este espectáculo a los banqueros?
¿O convertirme en bufón con la esperanza vil
de ver nacer una sonrisa en los labios de un ministro,
o besar los pies de un obispo
para obtener así su recomendación?
No, gracias.
Era periodista en estado puro. Mitómano, justiciero y también soñador; por soñar se le antojaron conspiraciones y acechanzas de enemigos por doquier. Pero nunca le arredraron:
¿Cuántos sois? ¿Sois más de mil?
¡Os conozco! ¡Sois la Ira!
¡El Prejuicio! ¡La mentira!
¡La envidia cobarde y vil!…
¿Que yo pacte? ¿Pactar yo?
¡Te conozco, Estupidez!
¡No cabe en mi tal doblez!
¡Morir, sí! ¡Venderme, no!
Con José Luis Gutiérrez se va un modo de ser que parece perdido en la historia. Contribuyó desde la primera fila a hacer un país libre, una sociedad de ciudadanos iguales ante la Ley. Buscando Justicia llegó hasta Estrasburgo para reponer lo que aquí le negaba. Y lo consiguió. La suya ha sido una vida llena, hecha de superación y de sueños y de libros y de amores. Se ha ido en silencio mostrando orgulloso el valor de su libertad:
¡Todo me lo quitaréis!
¡Todo! ¡El laurel y la rosa!
¡Pero quédame una cosa
que arrancarme no podréis!
El fango del deshonor
jamás llegó a salpicarla;
y hoy, en el cielo, al dejarla
a las plantas del Señor,
he de mostrar sin empacho
que, ajena a toda vileza,
fue dechado de pureza
siempre; y es… mi penacho.
Así te recordaré siempre, amigo. «Concha», también.
Precioso artículo, lo mejor que he leído entre los obituarios sobre «el gran Guti», mejor periodista y gran conquistador. ¡Jamás se fío de los consultores políticos! , a los que cultivaba como fuente de información, nada más, que luego habia que contrastar. No fué buen director, como todos los autodidactas, no supo hacer equipo: «nadie mataba por él». Descanse en Paz.
Gracias por la atención y por el grano de arena puesto en el blog.