Huyendo de sus propios miedos, hace nueve meses salió de Paiporta como alma que lleva el diablo. Las aguas que arrasaron el pueblo se habían llevado por delante la vida de setenta vecinos. Sin mirar para atrás, allí dejó sentado el valor de su compromiso frente al ejemplo de los reyes que acompañaban a pie firme a las víctimas de la tragedia.
Ahora, hace una semana, ha sido el fuego el azote de pueblos y campos del nordeste de España mientras el personaje se solazaba en la lejana residencia real de Tenerife. Aislado del resto de los responsables europeos concernidos por la guerra que se libra en nuestro propio continente y sin otros quehaceres que solearse entre mar y piscina, al cabo de dos semanas sintió la necesidad de salir y mostrarse.
Falcon, dos Super Pumas y los vehículos precisos para hacerse presente, pero poco. Sin más riesgos que el de hacer el ridículo, como su llegada a Villablino, municipio leonés capital de La Laciana, controlado por el PSOE y respaldado por IU durante toda la democracia.
Allí lució toda su solidaria empatía para emitir el parto de los montes: un Pacto de Estado sobre el cambio climático como solución a la tragedia humana, ecológica y económica que aún perdura.
Reclamar a estas alturas un Pacto de Estado cuando lleva años pactando a troche y moche contra el Estado, define la catadura moral de este figurante. La cobardía no es precisamente valor encomiable, pero la mendacidad sí que inhabilita al político.
Sánchez, de él venimos hablando, ha visto en las llamas el factor que podría revertir el estado catatónico en que se encuentra. Bastaría con achacar a los gobiernos populares las desgracias sobrevenidas y las que falten por llegar, que ya dije: “si necesitan algo, que lo pidan”. Al tiempo.
No sería nada nuevo, ya ocurrió. Fue en 2004; la tragedia del 11-M provocó el acceso al poder de su mentor, Zapatero, hoy encargado de negocios con Venezuela y China, con quien tiempo habrá tenido durante estas semanas para charlar como vecinos, “¿en La Mareta o en mi casa?”, de tantas cosas que nos impiden conocer. Delcy, Huawei…