Debió de suceder justo en la mitad del pasado siglo cuando la Semana Santa de Santander, entonces capital de la Montaña, recibió un nuevo paso procesional. Sus imágenes representaban el momento en que Jesús era despojado de sus ropas. El Expolio era su nombre y la Delegación de Hacienda, el donante; no es broma. Creo recordar que yo mismo, un tierno infante disfrazado de paje de los tiempos de Carlos V, desfiló entonces por las calles de la ciudad desde la iglesia de San Francisco. No llovía, por cierto.
Hoy llueve, y el expolio ha tomado otra carta de naturaleza hasta definir el ADN de la asociación de intereses que tiene entre sus manos el gobernalle del Estado. Fraude, estafa, robo, malversación, botín, expolio en fin, ocupa el interés y los afanes de quienes ya sienten sobre sus cabezas el peso de la ley.
Las comisiones, que han gravado los recursos de este país hasta extremos aún no del todo evaluados, la libre disposición de bienes públicos por mangantes sin pudor y la detección de una malversación generalizada son consecuencia de la carencia de principios éticos y culturales que constituyen la base de la condición de ciudadano.
Pero tal vez el expolio más gravoso y que más tiempo requiera su restauración sea el acometido directa y personalmente por el jefe de la tropa que lo señala como el Número 1. Me refiero a su famoso “no es no”; al apagón del dialogo con más de medio país, a la confrontación salvaje derivada de la construcción del muro que terminará cayendo sobre su cabeza. Al tiempo.
Volar los puentes de entendimiento entre españoles no está tipificado como delito, pero puede llegar a tener la trascendencia de un golpe de Estado. Atenta contra el andamiaje de nuestro sistema democrático: el consenso constitucional.
Pese a comportarse como tal, el personaje no tiene la cualificación de autócrata. El origen del poder que detenta está basado en la mentira del “somos más” y la legitimidad de su ejercicio la tiene perdida tras satisfacer cuantos chantajes le presentan sus estrambóticos apoyos parlamentarios; otro tipo de expolio.
Es demasiado tarde para que llegue a liberarse del nudo gordiano con que lo manejan comunistas y sediciosos republicanos. Sin recursos ni fuerza para cortarlo de un tajo, terminará solo, asistiendo impotente a la caída de las defensas que se procuró en instituciones como la fiscalía, la abogacía del Estado, el TC, RTVE y en medios más o menos privados.
Y como corresponde en todo Estado de Derecho, sus peones políticos y quizá hasta su entorno personal, sufrirán el peso de la Ley. Pero costará años rehabilitar los efectos de tanto expolio.