Quitar las manos del juez de lo concerniente a la influencia que pudo tener Begoña en el salvamento de Globalia, la sociedad holding de Air Europa, es como echar un velo sobre el gran asunto de la corrupción que gravita sobre su marido.
La presencia de Sánchez en la aprobación del Gobierno a la concesión de millonarios favores a la empresa dirigida por Hidalgo Jr., amigo y promotor de las actividades de su mujer, apesta a tráfico de influencias.
Eso es, era o será quién lo sabe, lo mollar de la actuación de la Justicia sobre el ”caso Begoña”, ahora reducido a los teje manejes de la señora con el empresario Barrabés y, entre otros, con la Universidad Complutense que velozmente ha procedido a eliminar las huellas de una aventura académica sólo posible bajo el nuevo principio de “aquí cabe todo, quién te va a parar”.
En cualquier caso, un mal día para el sanchismo, cada mes más embarrado en el fango tras el que pretende ocultarse. Habrá que ver cómo diluyen la complicidad con Aldama, otro de los amigos hoy detenido en otro maloliente affaire. ¡Regeneración! acaban de decir mientras les cae la del pulpo.
El final de ensoñaciones, como la que viene excitando al inquilino de la Moncloa, no suele radicar tanto en la oposición de sus adversarios como en su propia realidad. La tramoya sobre la que se asienta el gobierno Frankenstein, es la coyunda de intereses diversos que mantiene uncidos a unos y otros mientras vean satisfechos sus personales intereses. Pero cuando se entrecruzan aquello se convierte en el puerto de arrebatacapas y los hilos de la soga acaban saltando por los aires.
De ahí el tópico de que el poder, más que ganarlo la oposición, lo pierden los gobiernos. Es lo que está sucediendo ahora y aquí, el hic et nunc de la catilinaria de Cicerón. ¿Qué oposición ejerce el grupo parlamentario del mayor partido de este país si no repara en la enmienda que el sanchismo introduce en una ley para sacar terroristas a la calle? La aurora boreal embelesó por igual al resto de los opositores.
Que el cambio vaya a producirse por obra y gracia de algunos jueces no es cuestión sencilla, habida cuenta del control de la fiscalía general y de la abogacía del Estado, transustanciados en instrumentos de defensa de los intereses personales o familiares del primer ministro.
La independencia de los tres poderes que conforman un Estado de Derecho está seriamente dañada; la de los medios de información, amenazada cuando no colonizada. Y en medio, una sociedad inerte a la espera de aún no sabe qué porque no halla referentes que la liberen de su abducción.