La máquina del fango instalada entre Ferraz y Moncloa sirve para eso: ocultar la tropelía cometida en la embajada española en Venezuela.
Allí, el embajador prestó un salón de su residencia para que los hermanos Rodríguez, autoridades máximas de la narco dictadura, forzaran a un ciudadano, precisamente el ganador de las últimas elecciones, a suscribir un documento humillante. Extraño visado para disponer de su libertad.
Con fotógrafo incluido, la vicepresidenta de Maduro y el mandamás de la Asamblea quisieron dejar constancia de la fechoría que un tal Rodríguez Zapatero pensaba exhibir como prueba de sus buenos oficios para facilitar la salida del perseguido por la guardia nacional venezolana.
Que el Gobierno del Reino de España alegue que nada sabía de este insólito hecho entra dentro de la transparencia con que siempre procede. Pero muchos españoles, quizá todos, deberíamos saber cómo se produjo la irrupción de los chavistas en un territorio de soberanía española. ¿En virtud de qué se presentaron allí? ¿Patada en la puerta, o guiados por el amigo Zapatero, o un tal Monedero?
El embajador, Ramón Santos, durante el gobierno Zapatero infausto embajador en Bolivia después de ocupar otros cargos en el ministerio, subdirector general, asesor, etc., fue elevado a su actual estatus por Sánchez hace dos años. ¿Actuó por su cuenta sin dar explicaciones a sus superiores? Pudo pensar que para qué molestar al ministro; total si las autoridades de la dictadura vienen con buenas formas, o que ya lo habría informado Zapatero…
El caso es que el ciudadano Edmundo González fue chantajeado en suelo español con la anuencia de los responsables españoles de nuestra representación. Y, posteriormente de todo un Gobierno capaz de tragarse el sapo de la dictadura como quien se toma un godello del Bierzo.
Por si fuera poco es nuestro gobierno, el sanchista, sí, el agente que está impidiendo que mañana el parlamento europeo ponga a la dictadura en su sitio y proclame usurpador al camionero que hablaba con su pontífice chavista encarnado en pajarito.
¿Qué diablos se esconde entre las faltriqueras de Zapatero? Y por favor, no me hablen de Repsol.