Insoportable, cada día resulta más difícil superar la opresión, la insolencia con que el Gobierno Sánchez y sus terminales políticas tratan a los españoles. La autocracia ha hecho bandera de la mentira. Cortocircuitados todos los mecanismos de control al poder ejecutivo la democracia constitucional es hoy un espejismo. ¿Hasta cuándo?
Como el elefante del cuento infantil, el primer ministro está pendiente del hilo de una araña. Hoy se trata del prófugo Puigdemont, pero hay otros prestos a jugar ese papel. Se lo saben de memoria. Son los Otegui, Junqueras, Errejón y demás portadores del tinglado que mantiene en pie al sanchismo; hoy un espejismo, pura realidad virtual incapaz de tomar las medidas propias de todo gobierno.
Porque hacerse fuerte en el palacete presidencial no es gobernar. Taponar las entradas y salidas para impedir el cambio, el acceso de una alternativa, no es gobernar. Enrocarse no es progresista, es la imagen de la reacción y también de los caudillos tardo comunistas bolivarianos.
Perdida la aguja de marear, el sanchismo se descompone ante cualquier avatar como la explosión del caso Begoña. Descalificaciones, insultos, injurias al juez; llamada a filas a la Fiscalía como si se tratara de una Unidad de Emergencia militarizada, etc. Todo ello porque el investigador quiere confirmar declaraciones de personajes concernidos y solicita el testimonio del presidente, que resulta ser marido de la protagonista del caso.
¡Escándalo, persecución implacable! Todos pies en pared, cuando todo estaría más claro si el presidente se hubiera explicado en sede parlamentaria. Así, todos, instructor incluido, sabríamos cómo diantre comenzó Begoña su aventura por el proceloso océano de los business, término anglo sajón que se aplica a la actividad de comprar y vender servicios y mercancías. Esa labor de intermediación, tan noble como cualquier otra, es la que ha ocupado las horas de la esposa del presidente en el Palacio de la Moncloa.
Mientras, embargada su atención y todos los sentidos puestos en sofocar las turbulencias, el gobierno español presta oídos sordos a las amenazas contra las libertades, aquí en nuestra patria, por la injerencia de la Fiscalía General del Estado y del Tribunal Constitucional en cuentas causas ponen en peligro la estabilidad del Gobierno. Los titulares de ambas instituciones, García Ortiz y Conde-Pumpido, operan de hecho como lubricadas terminales del Poder Ejecutivo.
Así no es de extrañar su silente complicidad con la dictadura venezolana. La única aportación del sanchismo a su solución es la irrupción del expresidente Rodríguez Zapatero encabezando la misión internacional de apoyo al chavismo, tres días antes de las elecciones que podrían poner punto final a los crímenes de lesa humanidad, que ACNUDH atribuye al régimen de Maduro.
Tras la connivencia con la cleptocrática dictadura venezolana podría llegar la hora de disculpar los crímenes aberrantes de norcoreanos, iraníes, hondureños y demás paraísos de los derechos humanos.
¿Hasta dónde llegará tanta incuria, un gobierno español ignorando el exilio de siete millones de venezolanos, hermanos de idioma y apellidos, dos de ellos llegados aquí? ¿Hasta cuándo el zascandil de Zapatero, padre y maestro del presidente actual, seguirá embarrando el nombre de España?