“Pasamos a la oposición”, ha proclamado Abascal. Bien; el panorama comienza a aclararse. Suliveyado por la crecida de la extrema derecha francesa, Orban en la UE y la sombra de Trump sobre todos nosotros, ha decidido romper amarras con el mundo respetable, al que Meloni quiere acceder, como Espinosa de los Monteros y tantos otros.
Ya está donde siempre debió estar, lejos de las tentaciones con que el poder y las nóminas de los altos cargos corrompen; en la oposición. “No tenemos ningún apego a los sillones, sino a nuestros principios”, quiso dejar claro
¿Principios? El rechazo a una causa humanitaria, espoleta de la decisión histórica de Vox, así la calificó su líder, muestra hasta dónde puede llegar la ausencia de principios en la política de nuestros días. Mañana mismo, tras presentar su dimisión en algunos gobiernos autonómicos del PP, los vicepresidentes de Vox pasarán a la oposición. Todo un ejemplo de coherencia: del poder a la oposición contra los mismos gobiernos en que participaron. Todo ello, en horas veinticuatro.
¿Pero dónde estuvieron hasta ahora? Lo que mal empezó, mal había de acabar, aunque así los populares podrán liberarse del dogal con que Sánchez ha pretendido estigmatizarlos durante todo un año; lo de “la extrema derecha y la derecha extrema” y demás consignas y eslóganes que repiten sus asistentes como papagayos.
Naturalmente, para ello han de tomarse en serio lo que está en juego. Haya o no elecciones anticipadas, es perentorio reconfigurar el mapa político porque la nación no puede seguir en manos del ego de un primer ministro atado de manos por tres o cuatro minorías a los que importa un pepino el destino de los españoles. Ahí están la amnistía, los indultos, las revisiones del TC y tantos otros atentados al interés general.
Despegados de la rémora que los seguidores de Abascal representan en la derecha radical, el equipo de Feijóo tiene el campo abierto para rearmar una sólida alternativa de gobierno desde la centralidad, ocupando el vacío causado por el deslizamiento del sanchismo hacia la extrema izquierda.
Los acuerdos provocados por los resultados electorales de ahora hace un año permitieron a los populares hacerse con el poder regional tras negociaciones en algún caso arduas con la extrema derecha, sí; pero unos meses después lo pagaron en términos de votos en las elecciones generales.
Y así seguiría ocurriendo si los ciudadanos no perciben señales de principios de entendimiento entre los dos mayores grupos políticos del país y su cámara de Diputados. Ojalá unos y otros acierten a centrar un objetivo común para marchar adelante.
Libres de hipotecas ellos podrían conseguirlo en un panorama despejado. Aunque con Sánchez enfrente hay que temerse lo peor.