Sánchez repite jugada. Tan seco de ideas está el gabinete que su jefe vuelve al truco de la urna detrás del biombo. Aquello sí que fue innovación, ¿recuerdan?
1 de octubre del 2016, el llamado Comité Federal de aquel PSOE se reunía bajo la presidencia de su secretario general, Pedro Sánchez. Unos contra otros y poco faltó para llegar a las manos. Se trataba de dilucidar quién y cómo sacar el partido de la crisis provocada por derrotas sucesivas, desde las de su secretario general en las investiduras a las que se sometía con más moral que el Alcoyano, hasta las regionales de Galicia y País Vasco de aquel mismo año.
El pedrismo, precedente del actual sanchismo, acorazaba a su líder. Tras horas de todo menos debatir propuestas, el líder se levantó de la mesa para llegar al fondo de la sala Ramón Rubial, en el sótano de la sede, calle Ferraz. Algunos coligieron que abandonaba la pelea; ingenuos. Volvió a la mesa mientras sus colaboradores iban y venían hasta que una militante gritó: “fraude, es un pucherazo”; Eva, una recién dimitida de la secretaría pedrista. Fin de la función.
Algo han cambiado las cosas desde entonces, y a peor por desgracia. Pero el disponer del poder como cosa propia hace posible que donde puso un biombo para ocultar la urna hoy se permita el lujo de tapar fraudes cometidos desde su partido durante la pandemia de muerte, o escándalos como Begoña, conseguidora eficaz de favores gubernamentales. Y para ello, qué mejor que el muro de la sede de la Organización de Naciones Unidas, allá en Manhattan, al pie del Río Este.
Eso es poderío. ONU y cuanto haga falta para cubrir telediarios y medios, comprados, alquilados o incluso independientes, de aquí hasta el verano. Vascos, catalanes primero, y más tarde todos, estaremos conminados durante meses a seguir las escaramuzas de la zapatera memoria histórica para desintegrar la concordia constitucional y volver a las andadas.
Patton, Eisenhower, Franco, Azaña, Hitler, Stalin y Roosevelt, por no remontarnos hasta el Cid y Roland el de la chanson, serán desempolvados por si precisos fueran más biombos y cortinas con las que ocultar la desembocadura de este largo interregno sanchista.
Tal vez el paisanaje haya catado suficientemente los fondos del pícaro fullero tras haber sido esquilmados con el truco de la bolita y los tres vasos, o burlados con el tocomocho. Después de tanto viaje a la fuente el cántaro acabará hecho añicos en el pedregal de la realidad; que ni esto es la Primea Avenida, ni mal hay que cien años dure.
El juego no ha hecho más que empezar; pero por muchos abalorios que regale, brillantes los fuegos artificiales sean y busque hacerse fuerte tras la muralla china, el tinglado se vendrá abajo como castillo de naipes.
No hay estructura que soporte el peso de tanta inmundicia y deshonestidad.