La portavoz del partido sanchista califica de “mala baba” el relacionar la reiteración de hechos protagonizados por la mujer de Sánchez con el gatuperio de las mascarillas y, lo que según informe del pasado mes de la Agencia Tributaria podría ser su origen, los créditos concedidos al holding de Air Europa por el Gobierno, presidente al frente.
Porque además de visitar al CEO de la compañía en su sede de Pozuelo, Begoña Gómez también habló con Aldama, consultor del holding. Dentro de su participación en las negociaciones con el Gobierno, según la Agencia Tributaria se fraguó el ofrecimiento de mascarillas por el señor Aldama al Ministerio de Ábalos.
En fin, mala baba porque el nombre de Begoña Gómez no figura en el sumario del caso Delorme (clave policial de lo que comenzó como Caso Coldo), argumenta la diputada Peña.
Pero, ¡ay! tampoco figuraba el del exministro José Luis Ábalos, a quien en horas veinticuatro exigieron su escaño, fue expulsado del grupo parlamentario y cortaron el cordón umbilical de su militancia. Por aquello del caiga quien caiga, tolerancia cero y reacción automática, al truhan le cayó la del pulpo. Y es que, ante la corrupción y los conflictos de intereses, en Sanchilandia no todos son iguales. O dicho de otro modo: en el progresismo también hay clases.
Ahí tienen campando sin vergüenza los casos flagrantes de Armengol y Torres. La tercera autoridad del Estado ha falsificado, evadido responsabilidades y sigue mintiendo hasta insultar a la inteligencia de los ciudadanos, que ven la cúspide de la soberanía nacional en el sitial que ella ocupa.
Entretenida en cambiar la denominación de la cámara y su reglamento ciscándose en la Real Academia de la Lengua, se mantiene al abrigo de la estameña de quien hasta ahora todo lo podía, y de momento va a darse una vuelta por ultramar. Obediencia perruna que tanto vale para decretar prórrogas como silenciar las voces de quienes representan el pluralismo político. Un personaje que nunca debió de estar ahí; seguramente en eso radica su mérito.
Torres es, simplemente, uno más de los colaboradores, conscientes o no, de los golfos apandadores que seguirán cayendo como flores recientes de los ciruelos japoneses. Emerge tanta zafiedad y grosería que alguien habrá que se desmarque de compañías tan indeseadas como el escolta que adelanta al jefe el pago por lo de la otra noche, putas y mamadas, ¿recuerdas?
Y en esto salta a la pista Yolanda, tan desaparecida tras la costalada gallega que muchos la imaginaron retirada a mariscar por costas menos arriesgadas que la de la Muerte. Pero no, inició su rentré tímidamente, levantando un dedo para ir a pacificar Gaza, como si el sanchismo no tuviera otros problemas, ni exquisitas relaciones con Marruecos.
La deflagración del caso Ábalos y demás, le produjo el sarpullido propio de quien cohabita con golfos rodeados de chinches. Golfos, clamó dirigiéndose a los primeros detenidos. Luego defendió que los corruptos no puedan ser indultados, y la creación de un organismo independiente contra la corrupción. Si la corrupción llega hasta la malversación, el golpismo, etc. podría ser el primer asunto a estudiar por ese comité.
Pero la virguería de su entrada en escena es su irrefrenable vocación de dictar y controlar. La ha tomado con los horarios de los restaurantes en España: “El otro día me reunía con todas las patronales del sector turístico y hablábamos de las diferencias con el resto de Europa. Es una locura pretender seguir ampliando los horarios hasta no sé qué hora”.
El presidente de la Confederación de Hostelería de España replicó que a pesar de ser el sector más importante de los subsectores del turismo en cuanto a volumen de negocio y nivel de empleo, no se han reunido con ella. “No se puede mentir con semejante descaro«, ha concluido Yzuel sin achacar mala baba a la ministra de Trabajo y Economía Social.
¡Ah! y vicepresidenta de un gobierno que ni pincha ni corta en cuestión de horarios. Pero, en fin, cada cual se divierte con cualquier cosa, tanto Puigdemont como el Papa Francisco.