No es el presidente de todos los españoles. Su gobierno, tampoco. Cada vez son más quienes se sienten discriminados; cada vez menos sus seguidores. Sánchez ha puesto todas sus capacidades al servicio de una desmesurada ambición de mando.
Mandar, sojuzgar a los compañeros que le expulsaron sin honores de la secretaría del partido. Se rehízo y como la Scarlett de “Lo que el viento se llevó”, juró por lo más alto que a él no le cortarían el paso como a Zapatero cuando ya comenzaba a descuadernar el país.
Tras cambiar los colchones de La Moncloa, desde la primera noche alumbró la necesidad de pertrecharse con cuanto le permitiera cerrar el paso al centroderecha que suele ganar las elecciones. Y no tuvo empacho en anunciar la construcción de un muro, remedando el que durante tres décadas rompió el alma alemana.
Todo desecho de tienta servía para su propósito, pero ignoraba que terminaría él mismo por servirles, y hasta la humillación. En esas estamos. Un presidente y todo su gobierno, enrollados entre los terminales de la amnistía, los indultos, el terrorismo y la alta traición con Putin.
Enfrente, una sociedad adulta, de ciudadanos libres y hartos de soportar el desdén con que son distinguidos por los servidores públicos. Que sienten su inteligencia ofendida por tanta insensatez y mentiras sin fin; y sus intereses ciudadanos en peligro por la destrucción del marco de convivencia en que han vivido, realizando sus sueños o penando sus desgracias.
Ocupado en mantener su estatus, el faccioso lleva meses sin gobernar, sin resolver problemas ni enfrentarse a las dificultades que requieren la administración de gestores responsables. La educación, la productividad, el sector primario, las fuentes energéticas, el agua, el déficit público, los impuestos, la mejor asignación de fondos europeos, las dotaciones oportunas a los cuerpos de seguridad y así un largo etcétera, son cuestiones vitales que sobre la mesa del presidente permanecen preteridas en la bandeja de “pendientes”.
Pero él está a lo suyo, sabe que de ahí no sacará mayores titulares. Hendido el viejo PSOE por sus desatinos, sabiamente dirigidos a tal fin, su ambición le está llevado a la creación del nuevo PSAN, su partido para el tiempo nuevo que está abriendo descaradamente con el concurso de los sediciosos republicanos, ERC, BILDU y BNGA y el apoyo circunstancial de los neo carlistas catalanes y vascos.
¿Hasta cuándo y hasta cuánto lo soportarán los socialistas que siguen pagando las cuotas de su partido obrero y español?
No sé por qué, o quizá sí, me ha venido a la memoria la famosa aria “Enemigo de la patria” de la ópera “Andrea Chénier”, tiempos de la Revolución francesa, con la que Gerard lamenta su situación: ¡Gigante me creía!… ¡Pero soy todavía un siervo! ¡Sólo he cambiado de amo!
Otro patético personaje.