Galicia, es decir los gallegos, han dejado claro que en sus votos mandan ellos. A ver qué dicen ahora tanto comentarista, tertuliano y fino analista que predijeron lo que los votos han rebatido. Ni Feijóo se ha quebrado, ni Sánchez hace milagros, o qué decir del tándem Abascal y Yolanda; de la señora Pontón, sólo una cosa: lleva perdiendo tres elecciones consecutivas. El cambio de traje, del violeta al rosa pasando por el rojo, no le ha servido para devolverle a Sánchez los votos que le ha prestado para desalojar a los populares.
La primera conclusión de la ocurrido ayer es que el PP sigue gobernando la comunidad gallega con mayoría absoluta a pesar de las añagazas de Vox. El triunfo de Feijóo se corresponde con el fracaso de Sánchez. Y ya van… Tiempo habrá en días sucesivos para ahondar en este hecho.
Parece que los ciudadanos están hasta las cejas de las rémoras que vivaquean en los recursos naturales de las grandes corrientes de opinión. Que el Sumar de la gallega Yoyo haya quedado por debajo de Vox, es como para hacer un mutis y salir discretamente de la escena; o sea del Gobierno. Y en cuanto al bizarro amigo de Milei, la gente que pretende ha vuelto a decirle que deje en paz a quienes pueden, y quizá lleguen a saber, sacar el país del atolladero.
Elecciones regionales dotadas de especial interés nacional. Los gallegos, además de mirar por lo suyo, han desbaratado la apuesta de Sánchez por la pérdida de la mayoría popular que hubiera permitido colar su amnistía entre el regocijo del aturuxo y el rebufo de gaitas y pandeiretas marcando el ritmo a la muñeira.
Tal vez, yendo a los datos, haya una nota determinante del estrepitoso fracaso del sanchismo. Más allá de poner al frente de la lista al diputado G. Besteiro, ejemplar apellido para refrescar memorias históricas en el partido, y también más allá de haberse volcado en la campaña tanto el presidente como el simpar Zapatero.
Vigo, trescientos mil habitantes, la mayor ciudad de Galicia, donde más llueve y con un alcalde que saca las mayorías más absolutas del norte de España, Abel Caballero. Fue ministro en el último gobierno de Felipe González y es alcalde de Vigo desde el 2007. Bien, pues en Vigo, su partido quedó ayer el tercero, con veinticuatro mil votos menos que los populares y veintiséis mil por debajo del BNGA.
¿Un milagro en la cuna de Martín Codax, el del códice medieval y los ricos albariños de hoy? Quizá todo sea más pedestre: al pobre Besteiro sus jefes le dejaron colgado de la brocha, visto que el voto útil para romper la mayoría popular estaba en el BNGA. Taparos la nariz y votar al bloque nacionalista-comunista.
Otra razón: que, sin necesidad de consignas, los de Caballero no se reconozcan en el PSAN, el partido sanchista matriz del PSGA, que está chupando la sangre del viejo PSOE. Esto marcaría el camino a una debacle de alcance nacional del partido que ha encadenado su futuro a los intereses particulares de los sediciosos vende patrias.
¿Será que no queda en España más campo para la socialdemocracia que Vigo y Castilla-La Mancha si, como Caballero, García Page echara su cuarto a espadas? Diputados tiene en el Congreso…
Mañana más.