“Yo me afano, / mas no en vano. / Sé mi oficio, / y en servicio / de mi dueño / tengo empeño / de lucir mi habilidad.”
No, no se trata de ninguna reflexión íntima de Sánchez transida de tristeza ante lo que le está costando satisfacer a Puigdemont; son los versos finales de la fábula de Iriarte sobre la ardilla y el caballo, escrita hace dos siglos y medio, aunque parezca tan fresca.
Claro que se afana el doctor cum laude, tanto que no deja de marear cuantas perdices, torcaces y faisanes poblamos la granja para salir del embrollo en que se ha metido al servicio de su … patrocinador parlamentario.
Pero de momento no gana para disgustos. Y así lleva a los ciudadanos en un sin vivir a golpe de las vueltas y revueltas que está sufriendo el trámite legislativo de un asunto en el que los ciudadanos no se sienten concernidos. Ni pueden estarlo, cuando sus beneficiarios y coautores tienen nombres y apellidos concretos.
Ayer cayó el varapalo de la Junta de Fiscales del Supremo sobre el segundo informe del fiscal Redondo con el que pretendía excluir el terrorismo de entre los delitos que pesan sobre los dirigentes del golpe del 2017. Cuatro días antes había sostenido lo contrario; parece que bastó un cambio de presiones (perdón, impresiones) para sostener luego lo opuesto. Bien, pues dice una gran mayoría de los fiscales del Supremo, 12 sobre 3, que lo del terrorismo no se oculte, que eso es competencia de un juez.
El varapalo, que dejó en cueros las hechuras del Fiscal General, produjo un chasquido, ese ruido seco cuando algo quebradizo se rompe, sobre las espaldas del presidente del Gobierno del Reino.
La respuesta se hizo esperar tan poco como si el desastre hubiera estado previsto. El Gobierno advirtió mintiendo que la última palabra la tiene el fiscal general. Pero de momento, Sánchez Conde, la número dos de la fiscalía del Supremo, Lola Delgado la habilitó como su sucesora interina hasta la designación de García Ortiz veintitrés días después, hará un tercer informe y colorín colorado…
Lejos de terminar, la de dios llegará cuando avance el caso de la injerencia de los agentes de Putin en la causa independentista catalana que lleva el juez Aguirre. De momento el propio Parlamento Europeo tomó ayer nota de la peripecia para abrir las antenas de una inteligencia que, al parecer, dormitaba mientras la norteamericana ya advirtió de las maniobras hace un par de años.
Claro que quien se afana y al servicio de su dueño pone empeño en lucir su habilidad, decretará con urgencia que hay que acortar los plazos de instrucción en los tribunales no vaya a ser que en una de estas caiga sobre el forajido de Waterloo la responsabilidad del asesinato de Calvo Sotelo.
En fin, que esto no está saliendo caro no, carísimo.