Curioso lo de Alfredo Pérez Rubalcaba. El día de mañana podría ser puesto en las escuelas como ejemplo de fenómeno físico, ya saben, aquellos que no cambian la naturaleza de las cosas; como la congelación o la evaporación. Cambian su forma, pero el agua sigue siendo agua. Es el caso de Rubalcaba. Dice una cosa y su contraria con idéntica capacidad de convicción; como la goma estirada que vuelve a su ser una vez soltada. El secreto está en que no se cree nada, ni que Bildu era un malévolo disfraz de ETA ni, como ahora sostiene, que es la vía ideal para acabar con ETA. A falta de aurora boreal, para fenómeno admirable nos basta con el vicepresidente.
Ayer hacía alardes en un mitin electoral, llamaba abyecto a un adversario político y defendía la independencia del Tribunal Constitucional exponiendo al aplauso de sus militantes a quien fue su segundo presidente Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA, cuatro años despues de dejar el cargo, en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid. La prueba del algodón: si ETA mata a un presidente del Constitucional, ¿cómo el Constitucional va a estar coludido con ETA?
No cabe, o quizá aún sí, mayor grosería intelectual en un doctor universitario como mi paisano Rubalcaba lo es. Cuando lo oí no pude menos que recordar al primer presidente de tan alta institución, don Manuel García Pelayo, a quien correspondió, también con su voto de calidad, bendecir la expropiación de Rumasa decretada por el gobierno de Felipe González que le había propuesto para el cargo un año antes. El respetado jurista dimitió en 1986 al parecer víctima de las tensiones que aquello le produjo y marchó a Caracas, donde murió cuatro años y medio después.
Ese es el otro tipo de fenómenos, los químicos, cuyo carácter irreversible impide la regeneración de la sustancia original. Ejemplo típico: la combustión. De la cerilla encendida aplicada al papel no es posible volver al papel ni a la cerilla. Otro en ciernes: el zapaterismo; aplicado al país no acabará con éste, pero de aquél no quedará ni memoria. Me lo recuerda mi amigo JJ: “deja ya de hablar de él, en doce meses nadie sabrá quién fue”. Ojala.